Ha pasado la hora del Angelus, ya que es hora del aperitivo, la bruma mañanera va levantando y se empieza a poner día de playa, mientras un hielo enfría una bebida en Lord Nelson con la Madama vigilante.
Las conversaciones se mezclan, acento gallego de ría, de norte y de interior, portugués del norte, de madrid y más lugares. Y paseando por el resto del puerto, se repite lo mismo.

Pero hay algo común a todos. Alegría del pasado superado e incertidumbre del futuro imprevisible, mezclados con cara de alegría por verse, por retomar rutinas que nos alejen del mal pretérito y nos acerque a aquello que nos daba paz, que era nuestra rutina, en definitiva, nuestra vida.
Vida que nunca será igual, eso no es que sea peor o mejor. Simplemente distinta. Hemos vivido cosas muy fuertes que nos marcarán para siempre. Algunas generaciones tienen su marca imborrable como guerras directas o pandemias. Y eso nunca se olvida. Se aprende a vivir con ello.
Pocos hablan del presente, de lo que está en nuestra mano hacer mejor, variar o simplemente disfrutar y saborear, contemplarlo con alegría. Es uno de los males del ser humano, consumimos el presente en arrepentirnos del pasado o pensar en el futuro y miramos poco al presente mientras éste corre y pasa sin piedad.
La enfermedad te roba la moneda del futuro, un futuro incierto y desconocido. Eso hace sufrir y llorar. Crea mucha incertidumbre, de las cosas más desestabilizadoras para el ser humano. Pasado el tiempo, asumido, rezado, aceptado y al final superado y querido, renuncias a un futuro y sus ilusiones. A cambio, aceptas vivir cada día un presente. Cad adía nuevo y distinto. En un año, pasamos de renunciar a un futuro que no sabemos, ni conocemos cómo será, pasamos a vivir 365 presentes maravillosos, reales y tangibles.

Al final, a pesar del dolor y el desasosiego, aunque parezca mentira, nos ayuda a vivir cada día más nuestra vida. Ser más conscientes de ella. A bailar el baile que nos toque.
Una de las claves para vivir con una enfermedad o problema es hacer las paces con nuestro destino y aceptar la vida como es. Así algo duro, que incluso parecía inasumible en su inicio, es la dovela que sustenta nuestra vida.
Me gusta mucho leer tus narraciones tan fenomenales. Eres un tío grade pero que muy grande. Que bien expresas todos tus sentimientos!! Te sigo muy a menudo. Un abrazo muy grande de esta parienta de tu padre que sigue
tus aventuras con entusiasmo.
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Muchas gracias por tu cariño y tu tiempo. Me alegro que te guste y ojalá te ayude. Un fuerte abrazo
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