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Gaslighting. Un trasplantado.

“A veces, lo más difícil no es sanar la herida… sino el eco de quien te convenció de que no existía.”

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Después del post florecer es crecer muchos me habéis dicho que os sentís así pero que os da miedo dar un paso por la reacción. Eso tiene un nombre.

Hoy quiero hablar de un tema importante: gaslighting o luz de gas. Este término se refiere a una forma de abuso psicológico en la que alguien manipula a otra persona para que cuestione su propia realidad. 

Me decía una persona: “Cuando al fin le dije cómo me había hecho sentir, no le importó. Solo me reprochó que se lo hubiera dicho con tono enfadado, sólo me había dado un consejo. No hablamos más del daño. Solo de lo mal que había reaccionado yo.”

El otro día hablaba con esta persona del tema y al rato me salió la siguiente historia en instagram: “cuidado con las personas que no quieren hablar sobre el daño que te causaron, sino sólo sobre cómo reaccionaste buscando hacerte sentir culpable”. 

¿Lo habéis vivido alguna vez? ¿Os suena?

Y me quedé pensando en cuántas veces ocurre esto.

Es una forma de manipulación que tiene nombre: gaslighting o luz de gas.
Es cuando alguien distorsiona la realidad para que dudes de la tuya.
Es negar lo que sucedió.
Es minimizar el dolor.
Es presentar los hechos de tal forma que, al final, tú mismo empiezas a preguntarte si no estarás loco. Si no habrás exagerado. Si no serás tú el problema.

A veces se manifiesta así:

— “No fue para tanto, estás exagerando.”
— “Yo no dije eso, lo habrás entendido mal.”
— “Si estás así es por tu sensibilidad, no por lo que hice.”
— “No eres fácil, siempre estás sacando las cosas de quicio.”
— “Estás enfermo, claro que ves las cosas distorsionadas.”

Y uno empieza a encerrarse. A guardar silencio. A revisar una y otra vez la conversación en su cabeza, como quien repasa una escena buscando una prueba que lo absuelva de una culpa que no le pertenece.

Eso hace el gaslighting. No te grita. No te insulta. Pero te va desmontando por dentro.
Como si alguien te cambiara los muebles de sitio cada noche y tú, por la mañana, tropezaras sin entender por qué.

¿Y qué se hace cuando uno se siente así?

Primero, recordarlo: no estás loco. Lo que viviste es real. Y si dolió, es porque pasó. Y pasó de verdad. Después, buscar espacios seguros. Personas que escuchen sin juzgar. Voces que te ayuden a recordar que lo que viste, lo que sentiste, lo que te hirió… fue real. Y si hace falta, pedir ayuda profesional. Porque estas heridas no siempre se ven, pero calan muy hondo. A veces, lo más difícil no es sanar la herida… sino el eco de quien te convenció de que no existía.

Si te ha pasado algo así, si alguna vez dudaste de ti mismo por confiar en alguien que terminó confundiendo tu mundo… ojalá sepas que no estás solo. Y que tu dignidad, por mucho que la intenten distorsionar, sigue intacta.

Es crucial recordar que tu realidad y tus sentimientos son válidos. No permitas que nadie te haga sentir lo contrario. Si alguna vez te sientes perdido o confundido, busca amigos o especialistas con los que hablar, con los que ver con claridad que no eres malo por cómo reaccionas a una agresión. 

La salud mental es un tema muy dejado de lado y que ahora va tomando fuerza. Estas cosas pueden ser demoledoras para quien las sufre mezclando la injusticia de lo sufrido, con la injusticia doble de la reacción. Y más si encima cala la mentira en la justificación del daño.

Reflexionemos juntos y construyamos un mundo donde la confianza y el respeto sean la base de todas nuestras relaciones. 

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