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48 años de milagros. Un trasplantado.

“Hoy, más que un cumpleaños, celebro un milagro. Porque cada día que sumo es un triunfo sobre lo que parecía imposible, un recordatorio de que la vida es frágil”

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Hoy cumplo 48 años. 48 más de los que parecían posibles.

Día de mi primer cumpleaños, donde no se sabía hasta donde llegaría.

Nací con fecha de caducidad. Antes de cumplir un año, los médicos ya habían advertido a mis padres que no había mucho más que hacer. Luego llegaron los 16, la edad en la que mi cuerpo dejó claro que sin diálisis o trasplante, tampoco era viable. Desde entonces, he vivido de prestado, en una prórroga constante que la ciencia no siempre ha sabido explicar, pero que Dios ha sostenido con firmeza.

16 años. Se acercaba la diálisis, el internado, un terremoto vital en medio de la adolescencia

Porque si algo tengo claro es que no he llegado hasta aquí por mérito propio. He pasado por el dolor, la incertidumbre, el no saber si iba a ver día siguiente. He aprendido lo frágil que es la vida cuando el cuerpo pone límites que la mente se niega a aceptar. Y, sin embargo, aquí sigo. No porque mi fuerza haya sido suficiente, sino porque Dios ha sido fiel incluso cuando mi fe tambaleaba.

Sara, el regalo del cielo que cambió mi vida entera con su valor y su si..

Pero la vida no es como viene, es como la afrontamos. No han faltado las pruebas, las despedidas que dolieron en el alma, las veces en que el cansancio me hizo preguntarme si valía la pena seguir. Pero tampoco han faltado los regalos. Sara, que ha sido refugio, motor y desafío para seguir adelante y que me desafió a vivir más allá de los límites. Amelia, que me ha mostrado el amor en su forma más pura y ha dado sentido a cada esfuerzo y que me recuerda cada día por qué vale la pena seguir. Mis padres, con su si a la vida, mis amigos y demás familia que han caminado a mi lado, sosteniéndome cuando mis fuerzas flaqueaban.

Compartiendo pasiones con Amelia.

Hoy, más que un cumpleaños, celebro un milagro. Porque cada día que sumo es un triunfo sobre lo que parecía imposible, un recordatorio de que la vida es frágil, pero también hermosa. Celebro que sigo aquí, que puedo abrazar, reír, compartir, amar.

No sé cuántos años más vendrán, pero sí sé una cosa: no quiero desperdiciar ni un solo día de los que Dios me conceda.

Gracias, Señor, por estos 48 años. Gracias, vida, por cada momento, incluso los difíciles. Y gracias a todos los que han sido parte de este camino. Hoy, como siempre he ido a misa por mi cumpleaños, y he pedido y agradecido por cada uno de vosotros.

¡Soy un tipo con suerte!

Creciendo, gracias a Dios siempre con una sonrisa. ¡Y que no falte!

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