La vida está plagada de noticias. Unas excelentes, otras buenas, muchas normales y no pocas malas y muy malas.
Ante algunas de estas noticias podemos hacer mucho, ante otras algo y en las demás nada.
Las noticias malas y las que no podemos hacer nada suelen crear desazón. La sensación de indefensión al no poder hacer nada es terrible.
Y llega lo lógico, nos surge quejarnos, enfadarnos, chillar, llorar… y no es malo. Al revés, en inicio es bueno, libera mucho y además, ¿quién no se ha dormido una buena siesta después de una buena llorera?
Pero llega un momento que esta queja sana y buena y que nos ayuda y encima es parte del proceso normal de aceptación de la noticia puede empezar a perjudicarnos.
Como dice Viktor Frankl: “El dolor hace al hombre lúcido y al mundo transparente. El dolor abre perspectivas hasta el fondo”. Y sabía de que hablaba, el estuvo 3 años en distintos campos de concentración, entre ellos Dachau, donde hizo la foto y Auschwitz.
Por eso, es importante que llegado un momento sepamos cortar el hilo que como a un globo con helio le une a la tierra y soltar lastre y volar con libertad. Si seguimos enganchados al dolor por la queja, no llegaremos a aceptarlo, asumirlo, superarlo o al menos no tan fácilmente como si soltamos esa unión que nos ancla. Es más, podemos llegar incluso a tener problemas de salud mental.
Estos años, desde 2016, han sido muy duros en lo físico y nada fáciles en lo mental. Pero saber trabajar la forma de cortar el hilo, el cordón que nos une al dolor, me ha dado un impulso para superar todo. Tuve dos años de tratamientos muy agresivos por un problema que no sabían que era y resultó ser una intolerancia a los cereales; luego la pérdida de Taurino, mi trasplante, y la vuelta a diálisis después de 15 años y 9 horas cada día; luego molestias en la pierna durante un año hasta acabar en amputación de una pierna y sabe Dios la otra; y para redondear el tema y no perderme nada, ahora un tumor. Y ahora, justo cuando parecía que con la prótesis ya estaba cómodo, que aunque no se quiere pensar, tiene un componente mortal. Cosa que no ocurre con una amputación o con la diálisis.
Cómo veis han sido años sin tregua y cuando empezaba a mejorar y poder respirar tranquilo, venía el siguiente palo, el siguiente evento adverso de salud y cada vez más gordo y grave.
Y fue el instinto animal de supervivencia, las ganas desmedidas de vivir, la ilusión por seguir bailando este maravilloso baile que es estar con los míos y haciendo que avance mi vida lo que me ayudó, lo que me permitió, insisto, por pura supervivencia psicológica, darme cuenta de la necesidad de mirar para adelante.
Y era más fácil a lo mejor quejarme, que todos me atendieran, seguir de baja, dejar que pase el tiempo rodeado de atenciones. Y al estar enfermo todo el mundo lo entendería. Pero eso, a la larga, me iba a hacer más daño y sobre todo y peor, iba a hacer daño a los míos, a los que más quiero y los que menos lo merecen.
Por eso, trabajar a la mínima tregua de mi cuerpo y hacerlo mucho en la consulta, continuar dando mis clases y recibiéndolas como alumno, seguir con mis escritos y vídeos, avanzar en los nuevos libros que vendrán, preparar nuevas conferencias, jugar con Amelia, pasar ratos de calidad los tres, etc. todo esto, que a veces me deja extenuado, que otras me da vértigo y casi siempre me llena de orgullo, es lo que me mantiene vivo.
En la película Fievel va al Oeste, en un momento dado Fievel, el ratón protagonista, le pregunta al perro y sheriff, Wally Perrales que hay detrás de unas montañas y este responde: “mira Fievel, yo no se que hay detrás de esas montañas, pero si caminas con la cabeza alta, la mirada fija y el corazón dispuesto, algún día llegarás a ser el héroe que siempre has deseando”
Impresionante, ¿verdad? Pues para ser el héroe que deseamos, ya habéis visto que en la receta, no entra la queja y si el esfuerzo; está fuera el llanto y dentro la ilusión; se quitó el estar alicaído y se metió sobreponerse cada día.
Una vez más pregunto, ¿es fácil? Que va, dificilísimo, pero, ¿es posible? Sin duda y de las cosas más reconfortantes que he vivido en mi vida. Eso si, es como una montaña rusa, cuando crees que lo has conseguido, al día siguiente vuelves a caer y vuelta a empezar. También eso es bonito, cada día tenemos una nueva oportunidad de mejorar lo anterior o volver a triunfar en nuestros anhelos.
Así que lo dicho, quejémonos, que es justo y necesario, pero sin estar demasiado cómodos ahí y rápidamente salir al raso a luchar por nuestro camino y nuestra victoria en pos de nuestra felicidad.