Hoy quiero compartir una reflexión tras un paseo por la universidad.
Iba con Amelia y de repente me dice: «papá, ¡que hay una flor roja entre todas las blancas!» yo no me había dado cuenta. Y encima al día siguiente de ver Inside Out 2 (no dejéis de verla). Sólo una era diferente a las demás y lucía esbelta y florida.
En un mundo que muchas veces nos empuja a seguir moldes y a encajar en estereotipos, es crucial recordar lo valioso que es ser auténtico, ser uno mismo y abrazar nuestras diferencias.
Ser distinto no solo está bien, es maravilloso. Cada uno de nosotros tiene una historia única, experiencias que nos han moldeado y nos hacen especiales. No hay un camino correcto o incorrecto, solo nuestro propio camino. No siempre es fácil ir al revés, pero la satisfacción de seguir nuestro camino a la larga es muy reconfortante.
No dejar de ser coherente con uno mismo. Ser auténtico significa vivir de acuerdo con nuestros valores y creencias, sin importar lo que piensen los demás o al menos sin que nos condicione. Esta coherencia nos da paz interior y nos permite vivir una vida plena y genuina. Las diferencias nos enriquecen, nos enseñan y nos inspiran.
¿A quién no le ha costado en algún ambiente ser uno mismo? Pero esa es la grandeza, aprender a hacerlo. Estar orgulloso de mi y respetar la diferencia con el otro sin que eso me amedrente. Buscar el sentido de nuestra vida. Cada vez que elegimos ser nosotros mismos, inspiramos a otros a hacer lo mismo. nos convertimos en una luz que ilumina el camino para quienes aún están buscando su propia senda.