Son las 16 horas, empieza mi hemodiálisis. Cuatro horas por delante en las que se saca el liquido sobrante y las sustancias que deberían haber eliminado mis riñones en las ultimas 48 horas, pero al no funcionar, no pudieron hacerlo.
Las primeras dos horas suelen ser muy llevaderas, puedo leer concentrado y hasta estudiar; la tercera depende del día, ya que empieza a amenazar un calambre en los gemelos, irónicamente, en las dos piernas, en la izquierda físico y en la derecha mental al faltarme, pero de igual intensidad ambas; la cuarta hora, que suele ser difícil por el cansancio acumulado y que la tensión arterial baja mucho, es la hora que utilizo para cerrar los ojos y hacer oración.
Al final, la enfermedad, te va quitando fuerzas, ganas, ilusiones a veces, hasta, en muchas ocasiones, quedar estas en nada. Y desde esa nada que duele, que escuece, que asusta, como el peregrino que está extenuado y trae equipaje en vano y eso le va restando fuerzas sin parar y de forma baldía, un día vemos que necesitamos deshacernos de parte de ese peso sobrante.
Ese equipaje pueden ser miedos, pueden ser dudas, puede ser infelicidad. También puede ser reordenar nuestra vida, nuestras ilusiones, pasarlas de algo difícil de conseguir para nosotros en algo accesible, intangible y que nos haría crecer en mayor medida: buscar nuestra esencia y cuidarla, abonarla y regarla como si fuera nuestra planta preferida, pues así debería ser y no siempre es la que mas cuidamos.
¿Cómo sino vamos a poder cuidar o acompañar a otros? ¿Cómo sino vamos a poder inspirar a otros si nos abandonamos a nosotros en el sentido de descuido?
Precisamente abandonarse, desde la perspectiva de anhelar lo que tenemos, lo que podemos, lo que somos, y aceptarlo que como el regalo que por Dios nos ha sido dado. Conocer y hacer crecer nuestros dones. La desgracia de la enfermedad, que te enfrenta a esa nada que escuece, curiosamente hace la mirada profunda, prepara el alma para las señales verdaderas y abre el corazón para las cosas que de verdad son esencia, que llenan, porque como decía el principito, “las cosas esenciales, son invisibles a los ojos”.
Hoy hacía repaso y me di cuenta que estábamos a mitad de Cuaresma. ¿Cuántas veces empezamos con mucha fuerza y luego nos enfriamos en nuestros propósitos? ¿Cuántas veces revisamos el equipaje para no llevar peso en balde? ¿Cuántas veces no sobra nada, pero si habría que ordenarlo mejor?
Hoy me planteaba, y os comparto, una reflexión extra esta semana.
“Jesús eligió la Cruz como su estandarte, y por eso quiere que todos sus discípulos lo sigan en el camino del Calvario. Sólo siguiendo este camino se llega a la salvación” Padre Pío
Una oportunidad de ofrecer.