Hoy es el Día Mundial de la Salud.
Y hemos oído mucha veces “en la salud está la felicidad”. ¿Será verdad esto?
Yo diría que no. Nunca he estado sano y, salvo momentos puntuales de mi vida, he sido siempre muy feliz.
Feliz porque la mayor salud, y el examen final de la vida, es el amor. Y tengo a mi Equipo SAP.
Feliz porque no tengo salud, pero tengo la mejor medicina, un trabajo (curar en consulta; enseñar en clase; intentar transformar el mundo en mis conferencias) que me apasiona.
Feliz porque he aprendido a hacer las paces con mi realidad y aceptarme como soy, es más, querer ser quien y como soy. Con duelos y anhelos, pero que no hipotecan mi vida.
Feliz, porque sin ninguna duda que todo esto viene De Dios y es generoso, más de lo que podemos imaginar. Por eso, confiar ciegamente en Él me ayudó a abrazar la cruz de mi vida y al confiar sin medida, la tiniebla se volvió luz, el dolor en estímulo y el agradecimiento en forma de vivir.
Como decía el Viernes Santo, gracias Dios por esta vida que me ha abierto los ojos y acercado, aunque sea un poco, a ti.