Estos meses que llevamos vividos del año 2020 nos están dando una medida de lo que de verdad nos importa y lo que de verdad nos llena.
Ojalá también hayamos aprendido que cosas no nos llenan, nos hacen daño o al menos, no nos hacen crecer si siguen en el orden de la escala de valores que le habíamos dado. No por ser mala esa cosa, sino por darle muchas veces más importancia de la que realmente tienen.
Sobre esto, cómo siempre, me quedo con lo positivo y sobre todo con la parte humana.
Todos tenemos un grupo de personas que tienen un efecto multiplicador. Que hacen, que saber que les vas a ver te mejora el día en la espera, mientras estas con ellos y cuando se van. Personas positivas, optimistas; que sacan lo mejor de nosotros mismos; que miras el reloj y han sido horas lo que pensábamos eran minutos. Los que cumplen, como decía El Principito: “si me dices por ejemplo que vienes a las cuatro, yo seré feliz desde las tres”
Curiosamente las malas vivencias ayudan, la mayoría de las veces, a sumar, a valorar las cosas en su justa medida. Un estudio reciente hablaba de que los mayores de sesenta años, a nivel psicológico, siendo el grupo más golpeado por el coronavirus, eran los que mejor lo habían llevado. Unas de las variables que contemplaban, eran las vivencias de esa generación. Una postguerra y algunos una Guerra Civil y uno o dos guerras mundiales, con todas las renuncias que ello conlleva. Lo cual evidencia, cómo digo siempre, que en la vida la actitud ayuda mucho. Las vivencias de estas generaciones, les dieron unas enseñanzas y unos valores culturales que hicieron que tuvieran menos ansiedad ante la adversidad, ya que habían conocido esta de cerca y con intensidad en sus primeros años de vida, habían aprendido a convivir con ella.
Una analogía parecida hago yo con la enfermedad crónica. A la vez que desgasta por el cansancio de luchar sin tregua, fortalece por el entrenamiento de alto nivel que ello supone. Entrenamiento que ayuda a discernir lo que de verdad requiere tiempo de calidad, requiere preocupación y requiere parte importante de nuestra vida y el resto. Importante, pero absolutamente prescindible y secundario.
¿Os imagináis si todos hiciéramos cada día un pequeño esfuerzo por ser multiplicadores? Por llenar de energía a los que estén con nosotros, en lugar de restarles y que acaben agotados.
Ese es mi propósito para este curso, ¿quién se une? ¿quién se apunta para cambiar el mundo gota a gota, persona a persona, día a día?