Se va un año más. Otro capítulo que, como todos, viene cargado de luces y sombras. Este 2024 ha sido una montaña rusa, un maestro exigente que ha traído risas y lágrimas, retos y aprendizajes.
Ha sido un año duro, no lo voy a negar. Cuatro cirugías, más de dos meses ingresado, el peso de la diálisis y el cuerpo pidiendo tregua. Pero también ha sido un año lleno de luz. Estoy aquí, gracias al «Equipo SAP» que nunca me falla: mis padres, mis amigos, y todos vosotros, que me regaláis tanto cariño. Profesionalmente, he seguido adelante, incluso en la pausa: el doctorado, nuevas puertas abiertas, y la oportunidad de formar parte del Hospital Ruber Internacional y la clínica de dolor orofacial son testimonios de que incluso en el barro, pueden nacer flores.
2024 me ha enseñado, como cada año, que los fracasos son como podar un árbol: duelen, pero nos hacen más fuertes. Que lo malo, como el abono, aunque no lo veamos, nutre la tierra de nuestra vida. Que los momentos de quietud, como el barbecho, preparan el terreno para los frutos que vendrán. Y aquí estoy, desprendiéndome de lo que no suma, aprendiendo a crecer, y con fuerzas renovadas para disfrutar todo lo bueno que viene.
Ahora, llega ese momento de soñar con 2025. ¿Grandes metas? Sí, claro, pero este año quiero enfocarme en pequeños pasos, como escalones cercanos que nos ayudan a llegar lejos. Porque, aunque el destino sea el mismo, muchos pequeños logros dejan más huella que un solo gran triunfo. Y eso, amigos, es trabajar la autoestima.
Mis propósitos para este nuevo año son sencillos, pero esenciales: cuidar a los míos, rezar, leer, y mover el cuerpo cada día.
¿Qué te propones tú?
Que el 2025 nos encuentre creciendo, soñando y, sobre todo, agradeciendo.
¡Feliz año nuevo!
