Con el alma helada. Un trasplantado.

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“ […] se me vienen a la cabeza mil una razones para volver a luchar, una vez más; para mantenerme alegre, una vez más; para seguir avanzando, una vez más; para demostrar mi fuerza y vencer a la enfermedad una batalla más. […]”

Recuerdo leyendo los libros de Harry Potter, cuando describía el frío que sentía al tener cerca de él a Voldemort.

Voldemort y Harry Potter.

Lo imaginaba como un frío intenso, casi doloroso, que se mete en los huesos, que llega a las tripas, que nubla la mente, que hiela la sangre, que bloquea el cuerpo.

Así lo sentí la semana pasada en consulta. Fui a una revisión de vascular para ver si el tratamiento para la arterioesclerosis había sido efectivo. Las expectativas de éxito iban de pequeñas a nulas antes de empezar, pero era el primer paso y había que intentarlo.

Ya en la revisión me dijeron que estudiarían en sesión clínica los siguientes pasos a dar. Pero lo ideal, sería una cirugía para recanalizar esos vasos y favorecer que la sangre vuelva a llegar adecuadamente. Pero al ser muy distal la lesión, justo encima del tobillo, es complicado por la poca luz, pequeño diámetro, que tienen a esa altura, son como pelos. Eso unido a la calcificación que tengo en los vasos por llevar tomando más de treinta años cortisona y por la enfermedad renal. Cómo efecto secundario si sale mal, sería perder la pierna de rodilla para abajo. Si no se hace nada, el riesgo también es amputar. En ambos casos porque se perdería el riego sanguíneo del pie. Ahora tienen que reunirse para buscar soluciones. Ojalá haya una solución intermedia.

Por eso os decía lo del frío, ¿os imagináis el mazazo en el momento? ¿Os imaginaos veros por un instante con 43 años y una pierna cortada? Reconozco que cuando me enteré que tenía una arterioesclerosis dije de broma a mi padre: “lo mismo acabo como el tío José Emilio”. El tío José Emilio, era un tío de mi padre que tenía un pie de madera porque tuvo una osteomelitis de joven. Le recuerdo cómo una persona maravillosa. Así que esperemos que quede en broma. Porque no os voy a engañar se me encogió hasta el último músculo de mi cuerpo, me recorrió una especie de escalofrío que me dejó paralizado y se me pasó algún fantasma por la cabeza.

Sólo queda confiar en la ciencia, en el buen hacer de los médicos y ponerlo todo en manos de Dios. Y en el avance de la ciencia, ya que con los conocimientos de hoy, lo normal es perder la pierna, según me ha dicho el cirujano, en dos años como mucho. Os pido mucha oración.

Eco Doppler para medir los flujos de sangre y ver la eficacia del tratamiento.

A veces es difícil seguir caminando con confianza y Fe firme, con alegría y ganas de luchar; a veces dan ganas de gritar basta, parece una broma de mal gusto tener que ir a urgencias cada dos semanas por algo nuevo y cada cosa más grave. Desgasta y hace que sea difícil estar fuerte y animado y además parece que esta racha no tenga fin. Los últimos dos años de mi vida, en lo físico, están siendo sin duda de los más duros que recuerdo.

Pero es importante mantener la calma, para eso me ayuda mucho esto que repito desde hace años casi todas las mañanas:

“Dios concédeme la Serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar; Valor para cambiar las cosas que puedo; y Sabiduría para reconocer la diferencia.”

Se me vienen a la cabeza mil razones para venirme abajo. Por ejemplo pensar que sin pierna no podré correr con Amelia, me costará caminar si nos vamos de viaje, dar un paseo los tres viendo un atardecer, etc. pero a la vez se me vienen a la cabeza mil una razones para volver a luchar, una vez más; para mantenerme alegre, una vez más; para seguir avanzando, una vez más; para demostrar mi fuerza y vencer a la enfermedad una batalla más.

Y tengo buenos referentes de los que aprender, como Irene Villa, Teresa Perales, Desirée Vila, etc. personas que supieron sobreponerse a golpes duros de la vida y sacar su mejor versión.

Porque haciendo balance mientras tengamos el alma preparada para amar y el corazón dispuesto para aprender y gozar la vida, el resto son maravillas añadidas pero que sin ellas es posible una vida plena y completa. Aquí me acuerdo de mi abuelo Eleuterio que estuvo un montón de años sin salir de casa, con un enfisema y oxígeno todo el día y jamas perdió la alegría de vivir, ni desapareció la sonrisa de su cara, ni dejo de contagiarnos la magia que es estar vivos. Era un santo en vida, una lección de persona y con una Fe, que para mí la quisiera, que mantuvo hasta el último día de sus casi cien años.

Por todo ello, y como he dicho muchas veces, gracias al equipo SAP (mis chicas y yo, Sara, Amelia y Pablo), a mi familia, amigos y todos los que tiráis de mí, algunos incluso sin conocerme, conseguiremos pasar con buena cara y con nota, esta época de incertidumbre y cierto miedo y respeto.

Una enfermedad es como una peregrinación. La vida es como una peregrinación en si misma también. Y peregrinar no deja de ser una reeducación de los sentidos, abrir los ojos a lo cotidiano y a nuestro interior, redescubrir lo evidente, interpretar la realidad como un regalo y darnos cuenta que somos dichosos, por lo que hay que dar gracias cada día.

Y no puedo olvidar, que a pesar de todo, soy una persona afortunada y tengo que dar gracias a Dios. Porque si hubiera nacido en otros muchos países hubiera muerto hace mucho y la vida es el mejor regalo que tenemos. Poder disfrutar de mi familia pequeña y grande, de todos mis amigos y gente que comparte conmigo estos días, poder desarrollarme como marido y padre y ver crecer a Amelia junto a Sara, los tres juntos; desarrollarme como fisioterapeuta y profesor; desarrollarme cada día como persona en definitiva. Cada minuto de esta vida es oro, ya sea con dos, una o ninguna pierna. La clave es centrarse en lo que tenemos y podemos, en lugar de añorar lo que no tenemos y no podemos o lo que será. Agobios por adelantado ninguno. Aunque sea difícil a veces, cada día hay que buscar algo por lo que dar gracias, porque la vida ha sido muy generosa con nosotros.

¿Cuantas veces teniendo salud plena y todo lo necesario (y más) en lo material, no disfrutamos las cosas por añorar lo que nos falta? ¿Cuantas veces teniendo incluso tan poca salud que nos da para seguir vivos y no mucho más, valoramos (y agradecemos) cada segundo de la vida teniendo una vida absolutamente plena y feliz? Da que pensar.

Muchas gracias a todos por tanto cariño, se agradece mucho y más en estos días de incertidumbre y cierta congoja. Y gracias por tanta oración, es el regalo más altruista y de más valor que podemos dar.

Por eso, hoy más fuerte que nunca digo que ¡soy un tipo con suerte!

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