Hoy es el día internacional de las personas con discapacidad y aunque lo hago a diario, hoy quiero alzar la voz por ello.
Yo tengo un 81% de discapacidad, paso 3 horas al día en diálisis, me falta una pierna y la otra tengo un dolor enorme ininterrumpido, pero no, eso no me hace menos. Al revés, me ha ayudado a luchar, a ponerme grandes retos, a sobreponerme cada día y vencer cada batalla a la enfermedad aunque vaya a ganar la guerra. Ganará porque todos moriremos.
Hay debate sobre si se debe llamar discapacitado, minusválido o personas con discapacidad. A mi, personalmente, me da igual. El nombre me importa poco comparado con los hechos, con que me hagan fácil o difícil la vida.
Y vuelvo a reivindicar que creo que minusválidos sin solución son:
– Los que aparcan en plazas de personas con discapacidad sin tarjeta,
– Los que escondido en cariño te dicen que te tapes un muñón,
– Los que bloquean aceras,
– Los que miran con pena a las personas con discapacidad,
– Los que nos nose han oportunidades, etc.
Es imposible que esas personas tengan una vida plena y feliz y por ellos rezo cada día. Si minusválidos no tiene solución y es fácil que suspendan el examen final: el del amor.
Por eso, sabiendo que mi vida no es fácil, pero es plena, digna y completa y no dejo que me quiten la felicidad, ni borren mi sonrisa actos impersonal que no lo merecen.
La enfermedad es una faena, pero como el mármol que sufrió los golpes de Miguel Ángel para acabar siendo La Piedad, sin entender porqué, el sufrimiento nos construye y saca lo mejor de nosotros.
Gracias a mis chicas por aceptarme como si y quererme tal cual soy viendo que mi esencia no está en lo de fuera. Sino en mi persona.