¡Lo he conseguido!
Por primera vez en 8 años y en los 6 cursos que llevo en la Universidad Francisco de Vitoria, a falta de los exámenes, aguanto un trimestre entero sin un ingreso, ni operación, ni ir a urgencias.
Hay días que levantarme es un esfuerzo sobre humano, tan grande que intenta amilanar mi ánimo. Pero éste tiene dos armas invencibles en forma de ósculos: los de Sara y Amelia.
Otros días me cuesta dar un paso del dolor, tan grande que intenta bajonear mi ánimo. Pero éste tiene una razón que le da brío, el ver que pasan los meses y las promesas del vascular, Isaac, se cumplen. La primera mala, que hay cortar la segunda pierna, se nota que lo pide muchos días; la segunda, en contra de lo lógico, el protocolo y casi la lógica, me hizo un bypass el año pasado para no cortarla y veo cada día que no empeora, que aunque no mejore, es mucho y produce un equilibrio entre ambas.
Ha habido días que mis tensiones arteriales han intentado desalentar mi ánimo. En días como hoy, por ejemplo, el aparato no lo toma por bajar de 6/3 y tengo que hacerlo con esfingomanometro y fonendo e intuir por donde anda, no me han dejado terminar las clases al no salirme ni la voz al rato. Pero éste tiene unos arrestos imparables de poder ayudar curando en la consulta, enseñando en clase y haciendo ver el regalo que es la vida en las conferencias.
No estaba seguro de conseguirlo, pero a falta de los exámenes, he podido, por fin, hacer trimestre entero después de tantos años. 8 años que a veces han minado en parte las ganas, suerte la mía de tener a mi Equipo SAP, mis padres y grandes amigos que me han apoyado, llevado en volandas y la Gracia de Dios, esos momentos, lógicos y necesarios, de flaqueza, me ha servido de impulso en los días peores.
Ojalá esta excepción se convierta en norma y en breve en recuerdo con el cuarto trasplante.
Gracias a Pablo Terrón, mi jefe estos años, por tanta paciencia y tanto cariño; a la Universidad Francisco de Vitoria por lo mismo; a los alumnos por tantos mensajes y muestras de cariño; a mis pacientes por la paciencia en las anulaciones de las citas; a la diálisis, que con su dureza me regala cada día un día más, otro presente, otro regalo, más en el que desarrollarme; a Dios porque a pesar de lo descarnado de estos años he aprendido mucho. Aunque si lo dejamos ahí y entro en época de normalidad a falta del trasplante sería genial.
Y mención especial, aunque ya lo he hecho a Sara, imposible encontrar mejor persona para caminar a mi lado, con un corazón que se sale del pecho y qué decir de Amelia, clave en varios procesos de mi recuperación por su naturalidad y sencillez, imprescindible a veces, para superar procesos como la amputación.