El agua y la vida. Un trasplantado

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Se acerca el otoño, el cambio de azul del cielo, el adelanto del ocaso, la bajada de las temperaturas y negros nubarrones que asoman por el Monte Caloco y barruntan las primeras lluvias después del largo y duro estío.

Nubes de lluvia sobre La Mujer Muerta

Fuertes ráfagas de viento acompañan a las nubes. Nada más amainar dejará agua en los campos y así sucede. No es una lluvia cualquiera, tiene fuerza, es duradera en el tiempo, desborda los tejados, acequias y caceras, corre por el campo seco y necesitado de este agua. Pero sólo una pequeña cantidad le queda a la tierra, el resto fluye y corre y aunque las plantas desearían quedarse con más, no son capaces, se les escapa pudiendo sólo disfrutar de una pequeña parte, mucho menos de lo que desearían y necesitan.

Esto me recuerda a Zygmunt Bauman y su sociedad líquida. ¿Cuánto hemos perdido al eliminar de nuestra vida valores con peso, con raíz, valores de verdad? Hoy es dificil encontrar y casi defender grandes valores. La sociedad ha convertido todo en valores relativos, pequeños, que como el agua se alejaba de las plantas, se nos escurre y escapa entre los dedos, por mucho que queramos agarrarla, sin llenarnos. Muy al contrario, dejándonos un gran vacío.

Hace no mucho, daba igual las creencias o ideología de cada uno. Había cosas buenas y malas, había valores fundamentales como el matrimonio, la vida, la lealtad, la palabra dada, el esfuerzo, el trabajo, nuestras tradiciones y orígenes. Hoy en día las familias se rompen cada vez más y más rápido, la vida vale poco o nada según que tendencias, la palabra lo que dura dicha si no está apoyada por un contrato, el esfuerzo y el trabajo quimeras de antaño que hoy están en desuso.

Primeras lluvias

Todo esto hace que no nos quede mas alternativa que dejarnos en manos de placeres efímeros, placeres que no llenan y siempre necesitan más, lo que nos crea insatisfacción, al contrario que la felicidad que requiere de constancia, esfuerzo y mantenerse firme en la dirección correcta de las cosas. Uno es más fácil y rápido, pero como el fuego artificial deslumbra y pasa rápido. El otro es eterno y jamás pasa. Quien no recuerda una velada con amigos a la luz de la luna y de las estrellas, sin más afán que arreglar el mundo y pasar un trato fantástico con amigos. Yo recuerdo ratos geniales en la nava de adolescentes.

Los más ligeros nunca dejan huella, salvo el eco del vacío y los otros, no siendo fácil serles fiel, nos llenan y modelan, construyen y hacen crecer y lo que es mejor, no sólo a nosotros, normalmente una persona con valores firmes, buenos y con sustancia, ilumina tanto a él, como a los de su alrededor.

Amelia y yo bajo la lluvia

Hagamos una sociedad con valores de crecimiento de la persona, de enriquecimiento social, de desarrollo humano. Cambiemos una sociedad en la que sólo vale ganar dinero, tener buen físico y pasarlo bien. Como si fuera una Edad Media personal, recojámonos en las cosas que nos den más valor para todos, no sólo para nosotros, que sean valores con cimientos firmes, que nos hagan ver la vida como es, sin el ansia de poseer o ser. Que valga más el nosotros que el yo, el para todos que el para mi, que pensemos más en el bien común, que en el propio. Que en un cambio de tendencia, no nos rindamos a la hora de querer cambiar el mundo y hacer que cada día el mundo sea un sitio mejor para vivir.

Como el agricultor que cuida su campo, quitemos las malas hierbas de la envidia y la codicia y sembremos varias leguas de generosidad, fraternidad, compañerismo, esperanza y fe. Que al recoger la cosecha nos llene para siempre y no sólo unos ratos. Tengamos firmeza en mantener nuestros principios. Como la gota que rompe el granito por constancia, no por fuerza, no cejemos en nuestro afán.

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