«[…] Todas las horas de entrenamiento soñando con debutar y llegas al estadio y te dicen que no juegas. Es duro, te deja hundido, te haces ilusiones no cumplidas. Es alegría, hay movimiento y aunque esta vez no haya sido posible, por lo menos estás más cerca que cuando no te llamaban. quieres reír, quieres llorar, no sabes lo que quieres.[…]»
¿Sabes qué es la lista de espera? ¿Te imaginas cómo se vive si no lo has hecho en primera persona?
Es muy sencillo, cuando estamos en la lista de espera de un órgano, tienes que estar todo el día localizado en el número de teléfono que dejas y a una distancia corta del hospital en el que te van a trasplantar el día que llegue el órgano. Parece algo sencillo, llevamos el móvil siempre encima.
¿Os imagináis cómo era antes de los móviles? Siempre tenía que haber alguien en casa, llamaban al fijo y no se quedaban guardados los números desde donde llamaban. Y daba igual que fuera otoño o en pleno verano, siempre tienes que estar localizado si no querías perder oportunidades. Ahora siendo más fácil, no deja de ser una tensión grande y un estrés el tener que tener siempre el móvil cargado y un cargador a mano, no vaya a ser que te quedes sin batería y justo te llamen… sería difícil perdonárselo.
Es más, ahora, que aún no estoy en lista de espera y desde que me pusieron a Taurino el cinco de septiembre de dos mil cuatro, una de las cosas que hago feliz cada noche, es apagar el móvil. Es una sensación tan placentera y de descanso, que es un momento genial del día.
¿Y cómo es el día a día en la lista de espera? Yo lo comparo con ser un futbolista de un equipo profesional. Imaginad que tenéis un entrenamiento duro cada día, la diálisis. No faltáis nunca al entrenamiento, más que nada, porque si faltas, en no muchas jornadas, tendrías un destino fatal. Como todo jugador, soñamos con ser convocados, con tener la oportunidad de jugar el partido del trasplante, pero el número de jugadores es limitado cada convocatoria.
Pasan las semanas y no nos llaman, cuesta ir a entrenar cada día, aguantar las bajadas de tensión, los días sin casi beber, las restricciones de la dieta, el agotamiento físico, la dificultad para dormir, que cada día duela una cosa distinta o varias a la vez, etc. todo ello sin premio alguno, sin ver la meta cerca, sin saber que día nos llegará la oportunidad. Es difícil mantenerse firme y animado cada día. Por eso necesitamos el abrazo y el cariño del equipo, de nuestros familiares más cercanos, de nuestros amigos y de la afición, de las decenas de personas que escribís cada semana y mandáis ánimo sin conocerme si quiera, sólo por lo que os cuento y comparto.
En este deambular por el desierto, con la esperanza unos días fuerte, otros baja, llega un día importante, somos llamados, somos convocados, por fin tendremos la oportunidad de jugar, de volver a vivir sin ataduras, con salud, sin depender de una máquina para vivir, aunque dependamos de unas medicinas. El panorama es muy alentador.
Pero no era nuestro día. Cuando hay una llamada para trasplante, al menos de riñón, llaman a dos personas por órgano. No podemos correr el riesgo de tirar el riñón porque la persona no sea compatible. Hay una compatibilidad inmunológica que hace que seamos llamados, pero luego hay que hacer unas pruebas cruzadas de sangre. Con lo cual puede que seamos convocados para jugar, llamados para trasplante, pero no jugar, quedarnos en la grada. Te hacen una diálisis mientras esperas las pruebas cruzadas de cuatro horas, ¿te imaginas que jaleo es la cabeza y el corazón en ese momento? ¿Qué montaña rusa de sensaciones, miedos y alegrías?
Si no es para uno el riñón, es la mezcla de sentimientos más difícil que he tenido jamas. Te alegras de corazón por la persona que lo va a recibir, le deseas lo mejor de la forma más sincera que os podáis imaginar. A la vez, te vas a casa apesadumbrado. Todas las horas de entrenamiento soñando con debutar y llegas al estadio y te dicen que no juegas. Es duro, te deja hundido, te haces ilusiones no cumplidas. A la vez es alegría, hay movimiento y aunque esta vez no haya sido posible, por lo menos estás más cerca que cuando no te convocaban. quieres reír, quieres llorar, no sabes lo que quieres.
Y ese proceso se puede repetir varias veces o nunca. En mi primer trasplante me lo hicieron a la primera, el segundo a la segunda y el tercero a la cuarta, pero estuve tres años y medio sin que me llamaran, los meses más largos de mi vida, los que más he pensado y a la vez los que más me han enseñado. Cuando te llaman, al menos sabes que estás cerca del día en que todo acabe, de ser el elegido. Cuando no te llaman, cuesta hacerse ilusiones, cuesta imaginarse que estas cerca, el cuerpo va deteriorándose y eso no ayuda a mantener el animo fuerte. Pero si ayudan, aunque suene pesado y reiterativo, todos los que están cerca y nos quieren.
Lo que si recuerdo, es que las tres veces que he sido convocado y encima jugué de titular y me hicieron mis tres trasplantes, me quedé sin palabras. Hay una tormenta de sensaciones y sentimientos en todas y cada una de las direcciones imaginables, que por unos minutos no sabes ni como te llamas, ni si lo estás soñando, si has entendido mal, etc. hasta que lo asumes, lo aceptas y entra una serenidad maravillosa, una sensación gozosa, de entrega ilimitada ante el regalo que llega. Un momento de dar gracias ilimitadas a Dios y a la familia que dona sin esperar si quiera un gracias.
Tan importante es ese momento, que los tres trasplantes, antes de ir al hospital, me he afeitado y puesto guapo -antes no llevaba barba-. Como un buen torero, hay que ir a la plaza dispuesto a todo y con tanto respeto al momento que viene, que hay que ir con las mejores galas y lo mejor presentado posible. Una de las veces, un amigo con el que iba al hospital, me llamaron estando en Segovia, pensó que era broma que iba a afeitarme y ducharme, hasta que le dejé en su casa en lugar de ir directos al hospital.
Y por fin llega el día. Ese día en que te convocan y te toca jugar, sales de titular, juegas la gran final. Llega el día en que por un tiempo se acaba el calvario de la diálisis. Unos meses, unos años o muchos, pero llega el tiempo de descanso. Descanso físico y sobre todo emocional del enfermo y de los acompañantes. Descanso y felicidad para todos. Es un camino largo, de incertidumbre, muy duro, agotador, pero la recompensa y el regalo del día final es tal, que merece la pena.
Estoy entrenando de nuevo duro y deseando volver a salir a jugar. Es una experiencia maravillosa, un regalo de Dios y de la vida. ¡Soy un tipo con suerte!