“[…] Como decía David Lynch: “somos como bombillas. Si la dicha empieza a crecer en nuestro interior, se enciende una luz que afecta al entorno“. Así, lo que no era posible, lo que no tenía sentido, lo que era mortal para nosotros, no deja de serlo. Pero al menos se hace posible vivir con ello. Hasta puede adquirir un valor trascendental.[…]”
Este verano, una tarde de agosto, según iba atardeciendo, mientras estábamos de tertulia en la mesa de piedra, cedía el fuerte calor castellano y llegaba la noche y con ella un ligero y refrescante frescor, Amelia señaló una esquina del jardín.
En esa esquina vi una luciérnaga. Hacía años que no veía una. Animal que hizo las delicias de ella, al ver algo tan pequeño y que diera luz. Como es pequeña, no había forma de explicárselo e imagino que pensaría que es magia.
Esa misma magia es la que se vive después del acaecimiento de un diagnóstico de una enfermedad crónica o cualquier mala noticia de la vida. Si, parece que se acaba el mundo, se va la luz, se viene una noche negra y que parece que no va a cambiar nunca. Pero de repente un día, sin previo aviso, se juntan los astros, actúan en esa oscuro crepúsculo y toda la noche y al amanecer uno, todo tiene otro color.
Como decía David Lynch: «somos como bombillas. Si la dicha empieza a crecer en nuestro interior, se enciende una luz que afecta al entorno«. Así, lo que no era posible, lo que no tenía sentido, lo que era mortal para nosotros, no deja de serlo. Pero al menos se hace posible vivir con ello. Hasta puede adquirir un valor trascendental. Desde la pequeña luz de la luciérnaga y sin ella saberlo, puede que creara un mundo de magia en Amelia, como lo creó en muchos niños a lo largo de todos los tiempos. En mi mundo para empezar.
No desaprovechemos ser luz. Por ver mejor, por vivir más cómodos, pero sobre todo y ante todo, por iluminar a otros sin saber quienes son. ¿Algo más bonito que ayudar sin saber a quien y sin esperar nada a cambio? Al afrontar con optimismo las vueltas de la vida, las múltiples pruebas, aunque a veces parezca que ya no podemos más, que tenemos bastante, es una oportunidad de crecer, de acercarnos a Dios y sobre todo, como os decía, ayudar a otros. Al final, nada ilumina más que una persona alegre, que una persona que se acepta, que una persona que supera las adversidades de la vida, que un apersona firme en sus valores a pesar de los infortunios de la vida. Y esa luz que damos, es ayudar sin saber a quien, dando testimonio de felicidad, iluminando a quien en ese momento está en penumbra o noche cerrada. Es la forma, a mi modo de ver, más altruista y bonita de regalar vida.
Es como si hiciéramos una cadena de favores. No la rompamos y hagámosla crecer día a día. Fuerza y ánimo a cada uno con sus batallas.