La soledad del enfermo. Un trasplantado.

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«[…]Entrar en proceso de perdida de un trasplante no es fácil y a lo mejor ha sido bueno estar 25 días ingresado con muchos ratos de soledad por la noche y primeras horas del día (yo suelo levantarme alrededor de las 7) acompañado de mis sueros y paseos, para pensarlo, sufrirlo, volverlo a pensar, asumirlo, aceptarlo y levantarme para pasar el día y luchar con la mejor cuadrilla del mundo, MI FAMILIA, AMIGOS Y TANTA GENTE GENIAL QUE ME APOYA, REZA Y ANIMA.[…])

Hoy quiero traer un tema interesante y complicado, la soledad, ¿cómo hablar de este tema? ¿Cómo lo enfocarlo? Es un tema tan peliagudo, que unos la aman, otras la odian, unos la buscan, otros la huyen, etc. pero siempre el punto de inflexión se puede encontrar en como llega, si de forma voluntaria o forzada, si lo buscamos o nos cae encima.

¿A quién no le apetece de vez en cuando estar sólo, sin nadie, en su mundo? y, ¿cómo es de duro cuando deseamos contar algo a alguien, despejarnos, salir, etc. y no tenemos a nadie?

Soledad ¿divino? tesoro

Así, decía el Cardenal Herrera Oria (homilía del domingo XI después de Pentecostés, pronunciada el 21 de agosto de 1960 en la catedral de Málaga), que hay dos tipos de soledades, la exterior, corporal, el estar sólo, sin nadie; y una interior, en la cual podemos estar con mucha gente pero nos sentimos solos. La importante es la segunda, la del corazón. No siempre es mala, a veces podemos buscarla y necesitarla, pero muchas veces y en el mundo hospitalario y en la vida de muchos enfermos, viene dada y es horrible y muy dura.

Es tan positivo en muchas ocasiones esa soledad del corazón, esa paz interna, que Escipión el Africano decía : “numquam se plus agere quam cum nihil ageret, numquamminus solumesse quamcumsolus esset” (Cicerón, De republica, I, 17,) «Nunca estuvo menos solo que cuando estuvo solo» en español. Así, la paz interior, nos deja camino y espacio, para dar importancia a lo que realmente lo es, evadiéndonos del ruido externo, pensando y centrándonos en nuestras inquietudes, alegrías, sueños. miedos, etc. Podríamos decir que vamos a la soledad, a encontrarnos a nosotros mismos, es el viaje interior, el viaje más difícil para mi, muchas veces sabemos -o intuimos- lo que podemos encontrar y no siempre nos gusta o apetece verlo, a veces, es más cómodo mirar para otro lado.

Planta de nefrología Hospital Clinico de Madrid a las once de la noche.

Aquí, la teología, en reflexiones de Romano Guardini, incluye el aspecto divino, vamos a esa soledad, no sólo a encontrarnos a nosotros, sino a encontrar compañía, la compañía de Cristo, donde se encontraría la plenitud. Este aspecto teológico, lo incluyo, porque hay mucha gente creyente, yo lo soy, y este es un aspecto fundamental, base de todo en nuestra vida. Pero también porque son muchos los casos de gente que vuelve a creer, empieza a creer o refuerza su fe con la adversidad de la enfermedad. Por supuesto, también hay muchos que se alejan sin retorno. Al final el ser humano por su idiosincrasia es creyente, todos tenemos un motor central de nuestras vidas. Para unos es Dios y para otros no y es otra cosa. Cada uno tenemos nuestro camino.

Escipión el Africano

Volviendo a la soledad, muchas veces, ideas liosas, confusas, toman cuerpo, fuerza y sentido -ya sea bueno o malo- con el silencio, con la reflexión profunda y personal, manan las palabras de forma clara y concisa. De aquí podemos llegar a la escucha activa. Quien escucha en silencio, percibe y ve más al alejarnos de nuestra realidad, para acercarnos a la del otro. ¿Qué persona, pero sobre todo que enfermo, no ha necesitado de escucha activa? ¿Cuántas veces necesitábamos soltar lo que teníamos sin esperar respuestas o consejos, sólo por el hecho de vaciarnos?

Así, «Quien calla tiene los ojos abiertos y el oído a la escucha, y su corazón se ensancha. Puede mirar, notar, percibir. (….) Y solo el silencioso puede oír en las demás personas lo que verdaderamente importa; lo que vibra por debajo de toscos conceptos; lo que realmente se quiere decir; el tono que lo envuelve todo y que hace que con frecuencia una palabra tenga un significado completamente distinto del que transmite por fuera» (Cartas sobre la formación de sí mismo, 133-134 Romano Guardini).

Romano Guardini

Así, debemos intentar estar atentos a las personas enfermas. A veces quieren estar solas y estar «en sí», pero otras está lanzándonos señales de alerta, sos a gritos, que no percibimos. A veces se limitan las conversaciones a whatsapp:

a: «¿Qué tal estás?»

b: «mejor»

y acaba el tema, pudiendo esconder en ese mejor un «no quiero molestar, pero necesito hablar, compañía, llorar, reir, etc». Por eso hoy, con las comunicaciones interpesonales -cara a cara, con un café, viéndonos la cara y percibiendo gestos, miradas, lenguaje no corporal, que nos de pistas de las necesidades ocultas de la persona- están tan poco de moda, les dedicamos tan poco tiempo, que nos perdemos lo esencial. Comemos rápido, dormimos poco, vemos poco a nuestros amigos, etc. y eso afecta en nuestra capacidad de ver las necesidades ajenas -y aveces propias-. Y la losa de la soledad impuesta cae, anula, destroza y puede hasta enlentecer una recuperación.

Como enfermo, muchas veces me he sentido sólo. Esto no es malo, al final, las decisiones, dudas, reflexiones, incertidumbres, a la hora de la verdad, de irse a la cama, las tiene uno consigo mismo.

Podemos tener un entorno maravilloso, tengo la suerte de que es mi caso, en el que todos me apoyan, ayudan, entienden, etc. pero a la hora de la verdad, es cosa mía. Y así creo que debe ser, hasta que uno no asume o acepta algo, difícilmente lo afrontara de forma positiva. Esto no quita, y es la asignatura pendiente de la sanidad, por mi experiencia, que haya que tener mucho cuidado con la comunicación de las noticias malas, expectativas de la enfermedades, los familiares que a veces quieren quitar hierro al asunto con buena intención, etc.

En mi primer trasplante, año 1995, tenía 17 anos, recuerdo en la uvi, que me dolía encima de la ingle, donde ponen los trasplantes y yo pensaba que era detrás. Antes no se explicaba nada o casi nada. Y soy hijo de médico y siempre he querido ser sanitario y tenía inquietudes del tema. Esa incertidumbre, también crea soledad y angustia. Hoy casi rozamos el problema contrario, “la toxiformación”, un exceso de información, que no siempre forma y muchas veces confunde.

Fieles compañeros de un ingresado.

Yo tengo la gran suerte de ser una persona muy fuerte anímicamente, que asumo fácilmente las adversidades de la enfermedad y aún así hay veces que la forma de dar noticias por algún nefrólogo es para hundirse. Por favor médicos y todos los sanitarios, es muy duro ser enfermo, como para soltarnos las malas noticias a bocajarro. No hay que mentir, no hay que rebajar importancia o gravedad, pero con cariño, con humanidad, con empatía, tenemos nuestro corazoncito. Familiares y amigos, como dije en el primer post, dedicado al acompañante, el ídolo del paciente, a veces pagamos las cosas injustamente con vosotros, pero os necesitamos ahí, nada seríamos sin vosotros. Que hubiera sido de mi este verano sin Sara, Amelia, mis padres y hermanos y amigos, sin toda la gente que me ha apoyado y eso que también necesité mis ratos de soledad en la habitación.

Entrar en proceso de perdida de un trasplante no es fácil y a lo mejor ha sido bueno estar 25 días ingresado con muchos ratos de soledad por la noche y primeras horas del día (yo suelo levantarme alrededor de las 7) acompañado de mis sueros y paseos, para pensarlo, sufrirlo, volverlo a pensar, asumirlo, aceptarlo y levantarme para pasar el día y luchar con la mejor cuadrilla del mundo, MI FAMILIA, AMIGOS Y TANTA GENTE GENIAL QUE ME APOYA, REZA Y ANIMA. Como digo muchas veces, haciendo balance, soy afortunado y una de mis fortunas es mi enfermedad.

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