Siempre tuve una familia genial. Tengo millones de recuerdos con mis padres, con mis hermanos, imágenes de una infancia y adolescencia genial. De una familia que se quiere y crece junta. Y esa experiencia, me hizo siempre soñar con tener una bonita familia. Con una mujer genial y unos hijos maravillosos.
La vida me ha quitado muchas cosas con la enfermedad, pero cómo he dicho muchas veces, ha sido muy generosa conmigo, me ha compensado con creces, me ha llenado de dicha.
Tengo una familia mejor que la que nunca pude soñar. Sara, un regalo divino del que nunca podré dar suficientes gracias y Amelia, una niña buena, simpática, cariñosa y encima son guapas, que digo guapas, guapérrimas.
Pasar ratos los tres jugando, haciendo cosas, no tiene precio. Otros ratos los pasamos dos haciendo algo y el tercero otra cosa o descansando. Que a veces se necesita. Y las que menos cada uno a lo suyo.
El caso, es que con sus cosas que mejorar, como todo en la vida, doy gracias a Dios por el regalo de mi familia. Por la fuerza para mantenernos unidos siempre y la actitud y generosidad de cada uno para que ello sea posible y mejore con el tiempo, como los buenos vinos.
Una anécdota tonta, desde que es muy pequeña Amelia, hago la gracia de agarrarnos las manos los tres y decir: “¡familia!”. Eso, que empezó siendo una tontería, ahora le encanta hacerlo y se emociona, se pone nerviosa de la alegría de estar los tres juntos dedicándonos un tiempo especial, un minuto de gloria, un rato para guardar en el corazón, una muestra de equipo, un grito de equipo, el equipo SAP.
Si el que tiene una familia, tiene un tesoro. Yo lo tengo enorme. Y no puedo más que dar gracias a Dios por mi pequeña gran familia y por la familia grande, amigos y los que me animáis cada día. Porque hacéis que días duros, cambien a días geniales. Sois mi gran tesoro.
Y tenemos la gran suerte de que todo lo que perdemos por mi mala salud, la vida nos lo devuelve con creces en otros aspectos. De tal forma, que sin duda alguna, si hacemos balance, salimos ganando, salimos beneficiados. Porque en la vida, la felicidad, tiene más de actitud, que de aptitud. Sino fuera así, ¿cómo sería posible ver a gente enferma feliz y gente en teoría con todo infeliz?
Por eso, doy gracias por ser ¡un tipo con suerte!