“[…] Hay que mirar la vida de frente. Por eso a veces hay que parar la vida y meditar que queremos, adonde vamos, quienes somos; templar los ánimos y no olvidar que estas vivencias nos hacen más fuertes y ayudan a ver las cosas más importantes y esenciales de la vida; y mandar en nuestro destino. […]”
En la vida, vamos como una pequeña barca de cáscara de nuez a merced de la corriente, las tormentas, los vientos, etc. factores que no podemos variar, ni eliminar, ni hacer que vengan cuando y como los necesitamos.
Pero si bien no podemos actuar sobre eso, si podemos utilizarlo para nuestro bien. Saber hacer de las circunstancias un elemento de ayuda, en lugar de una carga. Saber interpretar como viene el toro de la enfermedad y sus querencias hacia el ingreso y el sufrimiento, unido a nuestra experiencia, nos facilita lidiar circunstancias difíciles, con sustos o cornadas de la vida incluidas.
Para ello necesitamos tomar los mandos de la lidia, tener templanza y saber mirar más allá de lo inmediato. Cómo un buen maestro “para, templar y mandar”.
Para ello hay que vestirse de luces, cada día es una fiesta, cada día es un regalo. Una vez metidos en faena, debemos analizar las circunstancias, apretarnos los machos, ver qué depende de nosotros y salir a los medios a cambiarlo o reforzarlo; y lo que no depende de nosotros y tener la capacidad y sabiduría de aceptarlo y capearlo, sacando lo mejor de ello, como el toro que va creciendo en su bravura a lo largo de la lidia. Todo ello para no dejar de ver nuestra meta, nuestro rumbo y nunca dejar de ir a por el. Más de una vez me habéis leído que la felicidad es un camino, una actitud, un reto, una faena para salir por la puerta grande. Faena que no dura toda la vida, pero su recuerdo es eterno, no se pierde, nos acompañará siempre en el recuerdo de nuestras grandes tardes. Eso mismo pasa con los momentos más felices de nuestra vida, pasan, pero nunca se van de nuestros recuerdos.
Ello nos llevará a días de no entender nada, otros de pensar que no nos entienden, otros no entendernos incluso nosotros, pero siempre sabiendo dónde está la meta, y nunca abandonar la lucha. Habrá días que moralmente nos ganarán los cenizos y ruidosos, pero poco ilustrados del 7, pero siempre contamos con el cariño y admiración del resto de la plaza, que admira y respeta la valentía del maestro. Eso lo puede todo, lo compensa todo.
Hay que mirar la vida de frente. Por eso a veces hay que parar la vida y meditar que queremos, adonde vamos, quienes somos; templar los ánimos y no olvidar que estas vivencias nos hacen más fuertes y ayudan a ver las cosas más importantes y esenciales de la vida; y mandar en nuestro destino.
Esto mismo es la resiliencia. Unas veces es fácil sacar algo bueno de las cosas; otras más complicadas; otras incluso hay que hacer teatro y auto engañarnos para intentar verlo; otras imposible verlo; pero siempre sabiendo que a la larga será para bien, que seremos más fuertes a la vuelta de este viaje y que ganaremos nosotros. Siempre al lado de nuestra fiel afición, qué son los que más nos quieren y acompañan.
“No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargado de castigos el viaje…
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma.”
Invictus de William Ernest Henley
¡A por ello!