Tempus fugit. Un trasplantado.

“Si en diciembre el médico lo veía muy malo, el 16 de febrero, cuando me operaron, le dijo a Sara que podía no ser tan malo. Y el viernes me dieron los resultados.” Tempus fugit. Vía @untrasplantado.

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El otro día Amelia empezó a hacer filas en el colegio antes de entrar en clase, estaba emocionada porque dejaba de entrar por donde los pequeños y lo hacía por donde los mayores. Y yo aún recordaba el primer día que fue al cole como si fuera ayer. El tiempo vuela y se nos escapa entre los dedos. Por eso debemos quedarnos con lo esencial, lo que llena de veras y no lo que nos distrae y aleja de ello.

El 3 de diciembre nos dieron un palo, nos dijeron que tenía un tumor en el riñon trasplantado y el médico pensaba que era malo, aunque localizado y probablemente quedara en sólo quitarlo. Fue muy doloroso, porque después de tantas batallas, aparecía una muy fuerte, en la que incluso había una opción de perder la vida. De todos mis problemas, hasta ese día, ninguno tenía este componente por duras que fueras las pruebas.

Quitándome las 70 grapas.

Va tan rápido el tiempo, que han pasado más de tres meses, tiempo para madurarlo, asumirlo y ofrecerlo. He tenido la cirugía en la que me quitaban el riñón, más dura de lo que pensaba, 70 puntos. De los cuales ya no queda ninguno y voy dando paseos y haciendo poco a poco cada vez más cosas. Aunque más despacio de lo que pensaba y me gustaría. Pero es lógico.

Un esquema de las cornadas.

Esto ha traído cambios. Al tener dos peritonitis y con la cirugía cortar el peritoneo, tuve que cambiar de diálisis hace un mes, tocó volver a la hemodiálisis. Muchas menos horas, 12 contra 63 a la semana, pero físicamente no hay color. Mientras la primera me deja cansado, pero siempre igual y eso me permite hacer una vida normal; la segunda, es más efectiva y mejor diálisis, pero la exigencia física es muy grande y con grandes rampas, llamando rampa a cambios bruscos de estado, entre muy mal a la entrada y muy bien a la salida, y eso se paga físicamente, lo que complica llevar una vida normal.

Hablando claro, son una tortura las primeras doce horas después de la hemodiálisis. Aunque ahora tengo la suerte, para que veáis que soy un tipo con suerte, de que me la hacen por la tarde y al llegar a casa, paso un rato con Sara y Amelia, ceno y me voy a dormir. Al pasar dormido diez horas, benditos fármacos coadyuvantes del sueño, lo peor de la diálisis lo vivo, pero no lo percibo al estar con morfeo dulcemente.

Y queda una tercera opción, que es entrar en un programa de hemodiálisis diaria en casa. Serán dos horas y media 5-6 días a la semana según analítica, en lugar de 4-5 cada tres días. Eso, me mantendría con una nivel muy bueno de diálisis, en cuanto a limpieza del cuerpo y al ser pocas horas las rampas serían pequeñas y el cansancio mucho menor. Pero quedan unas semanas para empezar.

Volviendo a lo vivido en la cirugía, fue genial, una vez más, la lección de Amelia. Desde el primer día estaba encantada porque como me habían operado, “ya no estaba malito”. Aunque le costó un disgusto al ver que tenía que volver al hospital para hacerme hemodiálisis, porque no le cuadraba que si “ya no estaba malito”, tuviera que ir al hospital, aunque al final parece que lo aceptó y entendió. A la vez, estaba deseando que me quitaran las grapas y me preguntaba todos los días. Por fin, llegó el día que me las quitaron y al preguntarme si las tenía, en la puerta de la ruta, me hizo enseñárselo en la calle y al verlo, me dijo: “papá, la tripa está rota”. Y al explicarle que era una cicatriz y no que estuviera rota, me dio un abrazo y un beso deliciosos. Feliz, me dijo que si podía cogerle a colo (en brazos en gallego). El día que volví a casa después de la operación, me lo pidió y le expliqué que no podía cogerle hasta que me quitaran las grapas y estaba esperando a que no las tuviera para que fuera realidad otra vez el cogerle. Otra vez, como el año pasado con la amputación, se repetía esa espera de ambos. El dolor en la espera era mútuo. Y me dio otro abrazo. Fue una abrazo que me regaló vida, con unos besos que me rellenaron de energía y que guardaré conmigo para siempre.

Por fin “a colo”.

En todo este proceso de normalización, en este transcurrir del tiempo, siempre asoma la patita el miedo, la incertidumbre del que será, en que quedará, que nos esperará a la vuelta de la esquina. Y con estas dudas lógicas, como parte del proceso de superación, me acerqué el viernes 11 a la consulta de urología para recibir los resultados de anatomía patológica.

Si en diciembre el médico lo veía muy malo, el 16 de febrero, cuando me operaron, le dijo a Sara que podía no ser tan malo. Y el viernes me dieron los resultados.

Me han dicho que no saben que era lo que tenía, pero que no ha quedado resto de malignidad. Así que encantado. Es curioso, porque lo he llevado con un paz y una serenidad, que a veces me ha dado hasta vértigo, pero al salir de la consulta, me han caído unos lagrimones del peso soltado y la paz ganada, que no contaba con ello. Ha quedado en nada. Bueno miento, ha quedado en nada a nivel médico. A nivel personal, me ha ayudado a crecer un poco más, a aceptarme y quererme un poco más y sobre todo a darme cuenta de que vivo en paz, que aunque las cosas me alteran, hace años abracé mi Cruz y sin quitarle peso, ni disminuye el dolor, pero alivia bastante el peso del corazón, el dolor el alma y nos aleja de la desesperación. A nivel familiar, como Equipo SAP, hemos crecido en unidad, en conocimiento y compenetración del equipo y en la fuerza de unión de haber sorteado otro obstáculo de vida. En definitiva,hemos crecido en amor.

Además, como pasó con la amputación, los dias en que se es dependiente, se gana en humildad por tener que necesitar de otro para vivir, pero esa humildad se multiplica en agradecimiento eterno y diario. Y el cuidador, ve favorecida su capacidad de realización, de crecimiento personal, de ganancia en amor y de humanidad, también para el resto de sus días al entregarse al otro sin medida.

En definitiva, los padecimientos del cuerpo, aunque incomprensibles y ademas, no haya nada que los quite, en mi caso, la fe, la Pasión de Cristo, amortigua mucho ese dolor, le da un sentido y sobre todo una trascendencia, que abrazada, como digo muchas veces de la Cruz, pesa menos que arrastrada. Duele igual, pero a la vez duele menos. La incertidumbre que pasamos fue enorme, pero con el soporte de confianza en las fuerzas que viene de lo alto, era menos, al menos llevadero.

“Las mayores necesidades no son financieras, sino espirituales y la mayor de todas es el amor que satisface. Este amor es siempre un objeto razonable para nuestra esperanza.” Scott Hahn

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