“Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo; por un beso… yo no se que te diera por un beso” de G. A. Becquer
Y es que una mirada dice mucho para unos y nada para otros, pero siempre está llena de sentido, llena de sentimiento y llena de mensajes para quien sepa entenderlos. ¿Cómo es de bonito cuando con una simple mirada sabemos que necesita nuestra mujer o marido, nuestro hijo o nuestro amigo? La mirada es la base de la comprensión y la convivencia.
¿Quién no ha tenido el regalo de una mirada que provoca un encuentro, que reconforta, que llena, que da vida?
En casa tenemos una ley ni escrita, ni hablada, pero que todos hacemos y es afrontar la vida con mirada optimista y positiva y sobre todo con una sonrisa. Ya que ese es el primer paso para aceptar, asumir y empezar a superar los problemas de la vida. y esa es nuestra forma de vivir. Un día sin sonrisa, es un día perdido.
Y si esa sonrisa y esa mirada se juntan en la misma persona ganan mucho peso y si ya se junta en las dos personas más importantes, es un regalo del cielo. Por eso, cuando a veces me decís que cómo llevo las cosas, ¿cómo lo voy a llevar mal con esas sonrisas tan especiales a mi lado? ¿Cómo no voy a ser feliz y sentirme dichoso de la vida teniéndolas al lado, a pesar de que por otro lado la vida golpee duro? Nadie tiene la capacidad que tienen ellas de hacerme sonreír.
Una mirada hacia el mismo objetivo, te da la fuerza para remar, para luchar y sobre todo para soñar juntos, para llenarnos de ilusiones y proyectos, que unos serán posibles y otros quedarán en sueños, pero que nos habrán dado momentos especiales de ilusión y cada uno a su ritmo, de hacer familia. Para disfrutar lo bueno y vadear lo malo, para los días de sol y los días negros, los días con fuerzas y los de debilidad.
Y sobre todo, cómo se dice en el mundo Taurino, la clave es “parar, templar y mandar”. En la vida nos esperan muchas cosas maravillosas, muchas neutras y muchas duras. Y más cuantos más años vivamos. Así que debemos saber parar la realidad para mirarla cara a cara, casi con un desplante, casi con soberbia taurina, para valorar y sopesar cada cosa y tomar la decisión que más nos acerca a crecer como persona, no sólo a ser felices, ya que eso a veces puede engañarnos. Templar los ánimos, para saber dominar las situaciones, saber relativizar las cosas y ver los pros y contras de cada cosa. Y por último mandar, hacernos dueños de nuestras vidas y emociones para sacar de cada segundo todo lo bueno que tiene, que es mucho. Para exprimir la vida y cómo si la pasáramos por un tamiz saber quedarnos sólo con lo bueno, con lo que nos hace mejores personas. Eso no es olvidar lo malo, que no desaparece, pero si no darle más protagonismo del que merece.
Suena más bonito de lo que en realidad luego puede parecer que es. Pero aún así, es más fácil de lo que previamente pensábamos. Porque es solo cuestión de mirar de verdad a nuestro objetivo. De mirar siempre la vida con ojos de niño, con mirada limpia como la de ellos. Con mirada confiada como la suya. Eso facilita todo mucho. ¿Cómo es tú mirada?