«[…] Gracias Amelia por dar tanto cada día, por tener esa magia en tú mirada, esa ternura en tú sonrisa y ese corazón tan inmenso como para entender tan rápido, siendo tan pequeña, cosas que a los mayores a veces nos lleva una vida acercarnos a entenderlo. […]»
Querida Amelia, aún queda mucho para que puedas leer esto y más aún para que lo entiendas.
Has sido una niña muy esperada y soñada. Tardaste mucho en llegar, tiempo que tu madre y yo dedicábamos a imaginar como sería una vida contigo, como actuaríamos, como serías, etc.
Y nos rompiste todos los esquemas. Llegaste cuando ya casi habíamos tirado la toalla. Tanto, que naciste en el puente de diciembre y esos mismos días deberíamos haber estado en Nueva York, ya que le regale a tu madre un viaje por los 40. Pero el viaje que iniciamos fue mucho mejor y más impresionante que ninguno, el viaje de tu vida. Para mí era cumplir un sueño desde mi adolescencia.
Siempre nos lo has puesto fácil, en todos los sentidos, siempre has sido buena, ordenada, el famoso bebé trampa. Recuerdo la de horas que pasaba por la noche con el biberón, mirando cada una de tus partes del cuerpo, cada articulación, palpando cada músculo. Era un sueño hecho realidad.
Y fueron pasando los meses y empecé a caer enfermo, es más, sabíamos que perdería el trasplante antes de que nacieras, las primeras pistas las tuvimos cuando estabas aún en la tripa de tú madre. Sólo faltaba que llegara el día.
Recuerdo cuando ya era evidente que quedaba muy poco para perderlo, tenías muy pocos meses y te conté lo que me pasaba. Te quedaste mirando, no sé qué pensarías, pero tenías cara de comprensión, apoyo, escucha, de amor y encuentro entre los dos. Estuviste quieta unos segundos mirándome a pesar de tu corta edad, tenias seis meses, y luego me sonreíste, creo que pocas veces he llorado tanto, no recuerdo si de alegría, pena o las dos. Y ahí diste pruebas de tu magia.
Tuve visitas tuyas al hospital. Uno de los momentos más especiales en la aún corta historia de nuestra familia, lo tengo de los tres en la habitación del hospital. Irónico al menos, ¿no? Un momento tan duro, tan difícil y recordarlo como algo mágico, pues así es.
Indescriptible el cuidado que has tenido siempre con el catéter, el primero me lo pusieron cuando tenías 9 meses y ya mostrabas dones especiales. Lo mirabas y no lo tocabas, simplemente me observabas con expectación, sabiendo que era algo importante. Cuando salía de diálisis, me llenabas de besos y abrazos a tu manera. Eran cabezazos con un “pa”, pero con una ternura maravillosa y a veces te ponías tan nerviosa al abrazarme, que me mordías o arañabas la cara. Es admirable como con la edad que tienes, ahora 14 meses, se nota que eres consciente de que algo le pasa a tu padre y me lo demuestras.
La verdad, que ha sido un regalo haber estado tan malo y que ello me haya permitido estar en casa jugando y compartiendo un montón de ratos juntos, aprendiendo de ti y tú de mí, conociéndonos, disfrutando de tiempo de calidad.
Eres el regalo más deseado y mejor para tu madre y para mí, que pequeños eran nuestros sueños al imaginar la vida contigo, que cortos nos quedamos o al menos me quedé. Lo que nos llenas a todos con tu alegría, saludando a todo el mundo por la calle con una sonrisa sincera llena de ternura, siempre con una sonrisa. Eres un ángel caído del cielo que obra cada día milagros en mí, que me alegras, junto con tu madre, los días más complicados de mi vida y hacéis que todos sean geniales, fáciles y me olvide de la enfermedad en cuanto os veo. Me devolvéis con creces la fuerza que la mala salud me roba.
Gracias Amelia por dar tanto cada día, por tener esa magia en tú mirada, esa ternura en tú sonrisa y ese corazón tan inmenso como para entender tan rápido, siendo tan pequeña, cosas que a los mayores a veces nos lleva una vida acercarnos a entenderlo.
Esto lo escribí en febrero, antes del confinamiento. Ahora se multiplicaría por mucho este último párrafo. Has sido un ejemplo. Eres genial hija mía.
¡Soy un tipo con suerte!