Alta mar. Un trasplantado.

“Y es que cuando cesa el estruendo de las olas, amaina el viento y podemos coger aire, descansar y dar gracias por haber pasado el trance, es donde descubrimos que hemos crecido” Alta mar. Vía @untrasplantado.

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Hay un pasaje de la Biblia en que Jesús le dice a Pedro: “boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar”.

Este versículo siempre me ha encantado. Espero no decir ninguna burrada teológica, pero siempre lo he interpretado de la siguiente manera.

Podemos quedarnos en la orilla con una vida plácida, cómoda, sin grandes problemas, ni grandes logros. Teniendo lo justo y necesario.

Otra opción es coger las redes, las viandas, los aparejos necesarios y ponerse a remar mar adentro. Unas veces es opcional, salimos de nuestra zona de confort, buscamos nuevos retos, nuevas experiencias, etc. Otras, no pocas, no hay opción, no hay más remedio y casi no tenemos tiempo ni de prepararnos, como puede ser una enfermedad o muchos de los problemas de la vida que se presentan de forma súbita, sin pedir permiso y sin avisar.

Pero es en este duro bogar donde vamos a encontrar fuertes tormentas que nos van a forzar a luchar a brazo partido con embates en todas direcciones, fuertes o más flojos, pero sin descanso hasta que flaquee y llegue la calma al cielo y la mar.

Como dice el dicho, «nunca mar en calma hizo experto marinero». Y es que cuando cesa el estruendo de las olas, amaina el viento y podemos coger aire, descansar y dar gracias por haber pasado el trance, es donde descubrimos que hemos crecido, que en esa adversidad, hemos conocido más de nosotros mismos, de nuestros límites y muchas veces, sobre todo, de nuestras fortalezas, físicas o mentales. Algunas de ellas desconocidas ya que la vida apacible de la orilla no había requerido que hiciéramos uso de ellas.

A nadie le gusta una dura travesía y preferimos que los días avancen con sosiego. Pero, en esa calma, ¿cuántos días corren sin piedad y sin provecho? ¿cuántas veces tenemos la sensación de como el agua la vida se nos escapa entre los dedos? En cambio, en esos duros trances que nos obligan a sacar fuerzas de donde no las hay, luchar allá de los límites que creíamos posibles para nosotros, ¿cuántas veces no hemos descubierto un yo fuerte, cabal y más capaz de lo nunca imaginado? ¿cuántas veces, a pesar del dolor y el sufrimiento, no somos conscientes, una vez pasado y echando la vista atrás en la memoria, no vemos con claridad que aquello nos hizo crecer y aunque suene difícil de creer por lo vivido, nos hizo bien en la integridad de nuestra persona?

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