Hemodiálisis domiciliaria, ¡por fin! Un trasplantado.

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Hoy empezamos una nueva época. Otra nueva etapa en esta carrera de salto de vallas que llevamos los últimos seis años. Empezamos hemodiálisis en casa.

Hemos tenido que hacer un curso de un cinco semanas para aprender a conectar, a entender las alarmas y saber reaccionar ante imprevistos. Si la diálisis peritoneal, era cambiar un líquido por otro sin más complicación, la hemodiálisis ya juega con la sangre, de ahí el prefijo hemo, y ello conlleva posibles bajadas de tensión si me saca más líquido del debido o más sustancias de desecho de las debidas. Al final, la diálisis no es otra cosa que hacer en unas horas lo que el riñón hubiera hecho a lo largo del día. Pero la hemodiálisis tiene contacto con un catéter, como una vía central, con sus riesgos y cuidados necesarios, como esterilidad absoluta, que es mi caso. O una fístula, que es una arteria y una vena unidas para acceder a sangre arterial, en cuyo caso habría que aprender a pinchar. Según el tipo de fístula podría pincharme yo o tendría que aprender Sara. Una vez más le tocará una nueva adaptación y superación que volverá a lograr de forma cum laude. Y la aguja es como la parte de dentro de un boli bic, casi un arpón.

Yo soy sanitario y llevo 8 años de mi vida en diálisis, con lo que nada de lo escuchado estas semanas de instrucción me ha parecido nuevo. Aún así, he tenido que estar muy atento y algunas cosas no eran tan fáciles como pensaba. Sara, demostrando una vez más su grandeza, no había estado más cerca de una máquina de hemodiálisis que por foto y salvo jeringuilla y guantes, el resto de conceptos y nombres no los había oído nunca. Imagino además, que es licenciada en publicidad y marketing porque no pensaba «jugar» a ser enfermera, porque jamás contó con tener que conectar una máquina de diálisis. Pero «si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes» y aquí estamos, haciéndonos hemodiálisis en casa.

Hasta que coja el ritmo de hacerlo en casa he salido perdiendo. Hasta mediados de abril, cuando la hacía en Santa Elena, al hacerla por la tarde, al acabar la sesión cenaba y me iba a dormir y de esa forma, las peores horas, estaba dormido, con lo que las vivía, pero sin enterarme. Ahora al hacer el curso por las mañanas y hacer diálisis 5 días a la semana, aunque dos horas y media, he pasado las tardes derrumbado físicamente, aunque con la alegría de poder volver a trabajar. A la vez, como una pescadilla que se muerde la cola, ese trabajar me dejaba más derrotado, etc.

Pero no todo es malo, La vida es un regalo. Y las personas que nos cuidan, quieren y rodean lo son más. Esta foto de un momento muy especial. Mi salud en manos de Sara, que si me da la vida cada día con su fuerza y cariño, ahora también curándome.

Y ya estamos en casa, ya han pasado las mañanas de entrenamiento, de ilusión por el nuevo desafío, pero con cierto vértigo ante el estreno. Se que estoy en buenas manos, porque Sara ha aprendido y lo hace genial y porque Amelia está en el banquillo dispuesta a aprender seguro y no tengo duda de que en no mucho tiempo querrá ayudar con la máquina, como pasaba con la peritoneal. Y también he aprendido yo. Por curiosidad y por si algún día es necesario. Nunca está de más.

Y esta tarde tendré la primera «hemodomi» (como llaman en el clínico a la hemodiálisis domiciliaria), empieza una nuevo camino, que será con inseguridad en sus inicios, como es lógico, en el que iremos ganando destreza y con el pasar de no muchas semanas, con una ganancia importancia de confianza, habilidad y sobre todo, y más importante, calidad vida física para mi y emocional al estar mejor para todo el EquipoSAP. Para mi por sufrir menos y Sara y Amelia por ver qué mi penar disminuye y mi vitalidad aumenta.

Y encima, he estado muy bien acompañado en la primera diálisis. La comercial de la casa, sos nefrólogas y Jesús, el enfermero que nos ha formado, nos han acompañado en este primer día. Siempre agradecidos.

Gracias a todos los que nos habéis mandado tan buenos deseos y tantas oraciones. Sois un regalo.

No puedo negar, no esconder una vez más. Que ¡soy un tipo con suerte!

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