El camino de la vida nunca será fácil. A veces tendrá más obstáculos de los que pensamos o soñamos. Pero cada obstáculo nos enseña algo, nos obliga a superar algo y nos hace más fuertes.
Podemos quedarnos detenidos ante el “porqué a mi” de cada contratiempo, eso no nos hará avanzar, ni crecer; mejor, podemos inspirarnos en el “para qué a mí” de cada uno de esos momentos que nos bloquearon, dejaron fuera de juego, parecía que se acababa el mundo, pero fueron nuestros mejores maestros.
En mi experiencia vital como enfermo crónico afrontar la vida sin mirar los porqué, que carecen de solución, y centrarme en el qué puedo aprender o cómo puedo ayudar con lo que me ha tocado, los para qué, me ha dado mucha fuerza mental.
Decía antes de compartir, hacerlo con vosotros, hace que las penas se dividan y las alegrías se multipliquen.
No termina de cerrar la herida que tengo desde octubre y es conveniente vender el pie para evitar roces y que cicatrice mejor. Otra vez me toca luchar con la pierna, solo Dios sabe en que acabará, pero no dejaré de luchar, ni que el dolor me domine, seguiré avanzando, más lento que sin venda y más aún que cuando tenía dos piernas, pero es más inteligente la carrera de la tortuga, que la de la liebre en el cuento. Y es que al final, el lento pero decidido y constante, gana al veloz inconstante y disperso.
Cada vez que veamos el día negro, pensemos en toda la luz que tiene nuestra vida. Tengo una enfermedad, una faena, pero puedo estar con los míos; tengo mucho dolor, pero puedo trabajar; mi jefe me hace la vida imposible, pero es un tercio del día, aguanta; mi hijo tiene un problema, eso es peor de llevar, pero vamos a intentar encauzarlo y no sólo pensar en lo malo; así miles de ejemplos.
¡A por nuestros retos y sueños!
¿Que pie está mejor? Es broma. Pero ojo que las apariencias engañan. Uno está roto y el otro con una herida y poco riego. Y aún así, hasta el fin del mundo…