Días de playa. Un trasplantado.

“ paseo por la playa, lo que el dolor me permite, en un ejercicio que me llena y hace crecer, disfruto en el disfrute de ellas, crezco en amor al verlas amarse, me refresco al verlas saltar olas y doy gracias a Dios porque puedan tener ese momento preferido de ellas y entre ellas. Que sea su momento especial y yo guardarlo en mi retina y corazón.”

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Llevamos unos días en la playa. Son días marcados con color especial en el calendario familiar.

Yo nunca he sido demasiado de agua, pero primero a Sara y ahora también a Amelia, les apasiona tanto, que para mi se convierte en un regalo verlas.

Por otro lado, son días emocionalmente duros. Aquí veo y padezco con toda su fuerza y crudeza, sin piedad, ni enfermedad y discapacidad. Se me presentan de forma descarnada.

Aunque sea temporalmente hasta que llegue el trasplante, por el catéter no puedo bañarme. Y aunque tengo un sistema que permite mojarme algo, en teoría es para un chapuzón y salir. No debo tenerlo todo el día puesto y sólo me lo puedo cambiar en casa. Lo que me limita el baño en la playa a algo excepcional.

Antes aguantaba ir a la pata coja al agua, ahora ni eso. Y la prótesis, aunque se puede mojar, hay riesgo de que se estropee por la sal. 

También, antes me hacía 10-15km mínimo caminado por la playa, ahora me cuesta hacer 1-2. Eso me relajaba y distraía mucho, además de ser un bien para mi cuerpo. 

Al menos podemos estar unos días de sin prisas los tres, relajados, charlando, jugando, disfrutando de la vida. Ese regalo hace que la pena de no poder compartirlo físicamente, torne en gozo al verlas felices, cómplices, sin parar de reír en el agua. 

No hay mal que cien años dure y no tardando, volveré trasplantado y me resarciré de algunas lágrimas furtivas que se me escapan de pena y emoción mezcladas como una argamasa explosiva al no poder bañarme con ellas cada verano y podré darme los soñados baños y ser cómplice de esas risas, salto de olas y hacer el muerto los tres. Nos solo, viendo los toros desde la barrera.

Mientras, paseo por la playa, lo que el dolor me
permite, en un ejercicio que me llena y hace crecer, disfruto en el disfrute de ellas, crezco en amor al verlas amarse, me refresco al verlas saltar olas y doy gracias a Dios porque puedan tener ese momento preferido de ellas y entre ellas. Que sea su momento especial y yo guardarlo en mi retina y corazón. 

“Caminad sin rendiros hacia la meta de vuestra propia vida, levantaos cuando os caigáis, y entrenaros todos los días, porque la vida no se improvisa”. (Papa Francisco JMJ 23)

Y esto hace que a pesar de todo, sean los mejores días del año y donde otra vez, “me siento un tipo con suerte, con mucha suerte”. Y encima este año hemos conocido un grupo de gente magnífica. Otro regalo para dar gracias.

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