A veces la vida pega duro. Un trasplantado.

“ la vida pega duro. A veces sin piedad. Recuerdo un combate de Tyson que duró 30 segundos, fue fugaz, sin darle tiempo al enemigo a enterarse de nada. Otras veces es un zafarrancho de golpes en el mismo sitio y ambas direcciones que el contrincante no tiene tregua para reponerse, ni tiempo para de reaccionar. ”

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Estos días estoy feliz y pletórico. Es la primera vez en 7 años que no voy a urgencias, ingreso o me operan en menos de 3 meses, llevo 7; es la primera vez que unas vacaciones no se nos alteran en esos 7 años por un problema médico. Estamos pletóricos. No lo hablamos yo creo que por superstición, pero lo pienso cada día.

Lo malo de tanta felicidad es cuando se acaba de golpe. Es cuando el primer día de la segunda semana de vacaciones, a las seis horas de llegar a Galicia, se rompe el catéter. Un agujero ínfimo en una junta de un tubo. Ese pequeño e imperceptible orificio al principio salen gotitas de sangre, fase en la que estoy, y luego permite la entrada de minúsculas partículas de aire. Aire que al llegar al sensor de la máquina lo detecta rápido y no permite hacer la diálisis. ¡Y menos mal que es tan sensible! El riesgo de entrada de aire es una embolia que no quiero para nada. De momento me ha permitido hacer una diálisis.

Decía que la vida pega duro. A veces sin piedad. Recuerdo un combate de Tyson que duró 30 segundos, fue fugaz, sin darle tiempo al enemigo a enterarse de nada. Otras veces es un zafarrancho de golpes en el mismo sitio y ambas direcciones que el contrincante no tiene tregua para reponerse, ni tiempo para de reaccionar.

En cualquier caso, los últimos años llevamos de las dos sucesos sin parar. 15 operaciones entre grandes y graves y pequeñas y leves. De golpe y sin esperarlo, como aquel golpe al hígado fulminante, un 7 de junio de 2020 donde me decían que pasaría por una amputación o por desgaste como la pérdida del trasplante, adiós a Taurino, después de 7 ingresos en 3 meses y con un precio físico alto.

Pero lo que he, lo que hemos, llevado peor, lo que nos ha costado más, ha sido todas las veces que se nos han alterado, incluso nos hemos quedado sin vacaciones. Y han sido demasiados veranos, más veces de las deseadas y cansa. Las vacaciones nos permiten por unos días, aunque vaya con la diálisis, olvidarnos de todo, evadirnos del día a día y coger fuerzas para todo el año. No tenerlos hacer que los golpes hagan mella en el ánimo y heridas de n la cara.

Y este, no se en qué quedará, no se si tendremos que irnos a Madrid corriendo a poderme hacer diálisis e ir a quirófano a que me lo cambien. Pero si sé que ya me han quitado, en parte, la paz.

Y ante los rojos de paz, los momentos de desilusión, el remedio es la confianza en Dios, el saber confiar y tener fe, el saber pensar que aunque no lo entendamos en el momento, todo será para bien.

Por eso, miraremos hacia delante y rezaremos porque aguante al menos hasta el lunes. Y si tenemos que irnos, nos quedaremos con lo que hemos pasado estos días tan geniales aunque nos faltara por pasar aún.

Como dice el dicho, “si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”, así que no nos queda más que confiar y disfrutar cada segundo de lo que venga. Como decía el evangelio de nuestra boda, cada día tiene su afán.
Y hablando de bodas, que importante es acertar en esa empresa de la vida, como dice otro dicho, “el que acierta en el casar no le queda en qué acertar”, y gracias a ese acierto, a pesar del fastidio que es y de la carga que me crea esos cambios en los días de asueto, siempre Sara me anima, recuerda lo bueno, descarga de pesar y lanza hacia delante.

Otra vez más, en un mal día, en una mala vivencia, vuelvo a ver que soy un tipo con suerte, con mucha suerte. Gracias Dios por la vida con sus saltos de valla y por supuesto por mis chicas, por Sara su elección diaria y la alegría de Amelia, por ellas, por el Equipo SAP.

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