Ayer mi hicieron mucho daño. Más daño del que pocas veces imaginé que me podían hacer.
Ayer me dijeron que me tapara la pierna, que mi muñón molestaba.
Los primeros segundos pensé que había entendido mal, al segundo siguiente casi salto, al final pensé que cada uno se refleja en sus pensamientos y en sus palabras. Me pareció innecesario, gratuito, injusto y creo que inmerecido.
Ayer me hicieron mucho daño y como la maza que cae sobre la piedra, me hicieron una grieta. Grieta que producía un dolor sordo, continuado, que puso en juego y en desequilibrio todo mi ser.
Ayer me hicieron mucho daño por algo que nunca elegí, que nunca quise, que ni en mis peores pesadillas imaginé. y como un mal sueño, me alteró todo el día.
Ayer me hicieron mucho daño porque además era alguien no lejano, alguien de quien duele más.
Ayer me hicieron mucho daño y ese daño despertó durante unas horas algunos fantasmas de mi corazón. Aunque casi siempre me miro al espejo con cariño y agradecido a Dios por seguir vivo a pesar de mi enfermedad, otros días, cada vez menos, son pocos, pero sobre todo son muy dolorosos, me cuesta mirarme. Como si hubiera una fuerza interior que apartara mi mirada y a la vez intentara convencerme de que no puedo ser yo, así, incompleto, con un tubo en la tripa desde hace dos años y lo que queda y sin una pierna. Pero sí soy ese y al final venzo a esa fuerza interior y me miro, me vuelvo a querer y vuelvo a estar orgulloso de mi.
Ayer me hicieron mucho daño sin pararse a pensar lo duro que es aceptar, asumir y aprender a vivir sin una pierna y amenaza de perder la otra. Sin pensar el terremoto interno que eso supone, con la dificultad del día a día y el dolor que conlleva ese cambio.
Ayer me hicieron mucho daño y esa grieta que se abrió, al final del día fue un alivio. No siempre entendemos los golpes de la vida, pero esa grieta, ese sangrar de incomprensión, esa vía de agua inesperada, sirvió para reflexionar, para recolocar muchas cosas de mi vida que la velocidad e intensidad de los acontecimientos de este año me habían impedido hasta ahora hacer con calma.
Ayer me hicieron mucho daño y no seré yo quien juzgue a quien lo hizo. Ya tendremos el último juicio, el examen final. El temario es el amor y ahí no habrá tiempo de rectificar o de “pensé ques” o “creí ques”. Nosotros nos retratamos con nuestras obras y palabras. Desconozco la intención, el fin ultimo de ese comentario, pero si veo una falta de caridad cristiana, más allá, de mínima caridad humana, que para mi no la quisiera. Probablemente no se ha parado a pensar la salvajada que pensó y dijo.
Ayer me hicieron mucho daño y gracias a Dios, ese daño, como el martillo del herrero al golpear el hierro, me ayudó a crecer. No daré las gracias a quien lo hizo, pero su falta de humanidad, me ayudó a dar otro paso hacia adelante.
Ayer me hicieron mucho daño y eso me hizo hacer una balanza y que al final se invirtiera el peso al ver lo afortunado que soy sin pierna, con catéter en el tripa y con la pierna izquierda con el cartel de temporal. Del regalo que es el Equipo SAP, las personas de mi familia y amigos que siempre están y las decenas de personas que sólo me conocéis del blog o redes sociales y entre todos me insufláis la fuerza que necesito cada día para luchar contra la enfermedad, los avatares de la vida y algún comentario que duele que mata.
En definitiva, a pesar del mal día que pasé, acabé con una sonrisa de alegría, sentado en misa después del dolor del día, para coger fuerzas, comprendí que la vida es un tesoro que no podemos desaprovechar, que la alegría es un don que nadie nos debe quitar. No podemos dar a nadie ese poder. Y con una sonrisa plena y sincera, sólo pude volver a dar gracias a Dios.
Ojalá lleguen a todo el mundo como un grito de suplica desgarrada las palabras que os cuento y hagamos caso de la madre de Tambor en Bambi: “si al hablar no vas a agradar, mejor será callar”. Ojalá nadie volviera a vivir lo que viví ayer.
En definitiva, ayer volví a valorar en primera persona, que ¡soy un tipo con mucha suerte!