Con su pose majestuosa, con su estar señorial, el búho real espera en su pedestal. Una imagen maravillosa, un portento de la naturaleza. Con paciencia espera, una noche de luna llena, a su presa de esta noche.
Cerca de el, inquieto, temeroso, desconfiado, un conejo se alimenta cerca de la madriguera. Sabe que cualquier despiste le costará la vida, que no puede bajar la guardia, que debe estar con agudeza extrema y precaución máxima.
De igual forma actúa la vida. Ella como un búho real acechando al conejo, que somos nosotros, para darnos alguna sorpresa de vez en cuando.
El sábado estábamos en la gloria, disfrutando de un evento familiar. Después de comer empecé a tener sensación de gases. Pero no le di importancia y seguí centrado en mis familiares, a algunos hacía años que no les veía. Llegó la noche empezó a subir la fiebre y de golpe me apareció un dolor casi inaguantable, tanto que casi no me dejaba dormir. Pasaban las horas y los síntomas aumentaban sin cesar. Horas después fui al clínico y hoy estoy ingresado con una fuerte peritonitis. Acompañada de un dolor intensísimo.
No sabemos el cuando, ni el porqué de estas cosas. Lo único que nos queda es aguantar, mirar al frente y no dejar que nos quiten el ánimo. Cómo he dicho alguna vez, no podemos cambiar el vuelo del búho, no podemos cambiar el ritmo de las cosas que nos acontecen. Pero si podemos cambiar la forma de afrontarlo, de aceptarlo, buscar la forma de que no nos afecte, o lo haga poco, al ánimo.