El poder del sufrimiento. Un trasplantado.

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El poder del sufrimiento es ilimitado; el dolor del sufrimiento es fuerte; la duración del sufrimiento es larga; la capacidad del sufrimiento para desgarrar es innata; pero la reconversión del sufrimiento es para siempre.

La pregunta que todos, o casi todos, nos hacemos y nadie tiene respuesta, es ¿por qué existe el sufrimiento? Si somos creyentes, cuesta entender que exista. Para los que no creen justifica la no creencia en la existencia de Dios. Es un tema que para nosotros no ha tenido solución, ni creo que la tenga nunca. Es uno de los debates eternos.

Pero si tengo una cosa clara, el sufrimiento es el mejor maestro que hay en la vida de un ser humano. Podríamos empezar por una disertación filosófica, teológica e incluso desde el campo de la psicología sobre qué es dolor y qué es sufrimiento. Pero podíamos reducirlo, sin entrar en grandes profundidades, que dolor es la sensación física trasmitida por nuestras vías nerviosas. Y sufrimiento podríamos definirlo como la impronta de ese dolor en nuestra vida y en nuestras emociones, como reaccionamos a ese dolor.

«Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.» Viktor Frankl

Campo de concentración de Mauthausen

Muchas veces en clase, cuando pregunto a un alumno y no acierta, le doy las gracias, porque eso me da pie a explicar en qué se ha equivocado, que sería lo correcto y eso le ayuda a él y a sus compañeros a entender más y mejor el tema en cuestión. En cambio, si hubiera respondido bien, me quedaría darle la enhorabuena, pero me da menos margen a la explicación y abrir los ojos a los demás.

Eso hace el sufrimiento en nosotros. Tiene una fase que agobia, pesa, anula e incluso quita las ganas de seguir adelante. Pero eso suele pasar, antes o después, con más peso o menos, pero normalmente pasa. Y ese día lo asumimos y aceptamos y curiosamente deja de producir tanto pesar y pasa de ser nuestro lastre a nuestro maestro. Ese día adquiere un valor trascendental y uno aprende a hacer balance de lo que tiene, de lo más mínimo, de lo más básico, de lo que de verdad llena; ese día uno aprende a ver que es secundario, renunciable y prescindible. Esto último no significa que sea malo, sino secundario.

Ha sido el hambre y la necesidad la que ha desarrollado el ingenio y la comodidad la que lo ha anulado a lo largo de la historia. Eso pasa con el sufrimiento. Nos abre los ojos a un verdadero yo, normalmente desprovisto de caretas y complejos, sin ser bonito por las marcas de la batalla, incluso feo, pero real, auténtico, tal cual somos.

No debe ser el envoltorio más importante que el regalo. ¿No es eso lo que se había instaurado en la sociedad? No parece alguien más por tener determinado coche, metros cuadrados de casa, reloj, etc. ¿No habíamos dado a las cosas banales una importancia desorbitada?

Siempre hay esperanza.
Foto del último paseo antes del confinamiento. Parque del Retiro, Madrid.

Lo bueno de la enfermedad, como sufrimiento que me ha acompañado siempre, es que esas cosas, sin desaparecer de la vida, que tienen su importancia (lo que tiene muchas veces es un lugar erróneo en la escala de valores), me ha enseñado el lugar y valor de cada cosa, lo que me divierte; lo que hace crecer; lo que me acerca a la mejor versión de mí mismo, en definitiva, lo que me acerca a Dios.

«El sufrimiento humano ha alcanzado su culmen en la pasión de Cristo.» San Juan Pablo II

Como seres humanos, y es lógico y normal, al sufrimiento lo tememos, lo queremos lejos y cuanto más tarde mejor. Pero luego no es tan mal compañero de viaje. Como la mochila del peregrino, bien colocadas las cosas se llevan mejor los kilos que mal puestos. Pues el sufrimiento, bien colocado en nuestra alma, bien asumido (a base de llorarlo), bien querido y aceptado, a veces pasa de ser una pesada carga a la espalda, a un motor que enriquece, que llena, que recrea, que hace crecer. Eso sí, el camino para asumir que somos finitos, limitados y a la vez temporales, es arduo y difícil, pero luego es generoso y recompensa dando más de lo que quita. Esto último es mi impresión personal.

«No hay razón para buscar el sufrimiento, pero si éste llega y trata de meterse en tu vida, no temas; míralo a la cara y con la frente bien levantada.» Friedrich Nietzsche

¡Soy un tipo con suerte!

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