El sentido de la vida. Un trasplantado.

“Mirar a la vida con una enfermedad, no es fácil.  Después de muchas horas de construcción personal entre pensamientos de todo tipo, decidí vivir feliz y pleno. Y cambié los por qué, por para qué. Y eso dio sentido a mi vida.“ Sentido y sensibilidad. Un trasplantado.

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En la vida, según pasan los años van sumándose las decepciones, problemas, enfermedades, perdidas, etc. tanto, que a veces nos cuesta avanzar o nos podemos sentir derrotados. Por otro lado, unido a esos reveses, la vida está llena de pequeñas o grandes victorias, de batallas ganadas, alegrías, sueños cumplidos y por cumplir que nos mantienen animados, compañeros de viaje, unos para siempre y otros temporales, que nos acompañan y son necesarios cada uno en el momento que están en nuestras vidas.

Los días difíciles las cosas no se ven claras.

Una de las cosas más complicadas, cuando las cartas nos vienen mal dadas o incluso marcadas, es avanzar con ilusión y alegría. Para ello es fundamental darle un sentido a la vida. Sentido: sentire (‘oír’, aunque corresponda también en segundo grado a las percepciones táctiles y gustativas), más el sufijo -ido (cualidad perceptible por los sentidos, provisto de).

Para eso, creo que es clave el asombro. Dejarse sorprender por la vida. Mirarla con la pasión y las ganas de un enamorado, que ve todo lo bueno de su amada, no como un entendido, que todo lo analiza desde la razón. No me refiero a mirar a la realidad engañados, sino con asombro, con ganas de ser sorprendidos.

Mirar a la vida con una enfermedad, con 30 operaciones en mi cuerpo, 3 trasplantes de riñón perdidos, 8 años en diálisis, ahora 6 días a la semana y sin estar en lista de espera para otro trasplante, un tumor que quedó en nada, una amputación de una pierna, salvando de milagro la otra, viviendo con dolor al andar desde hace más de 4 años y con dolor continuo, las 24 horas, y de nivel alto, desde agosto, y todos los días de mi vida con anemia y agotado, no es fácil.

Hay veces que no se sabe si ganará lo bueno o el mal, el cielo despejado o la tormenta.

De niño siempre me decían que era una gozada como lo llevaba, con que alegría vivía mi vida. Y era real, pero esa alegría traía entreverados muchos momentos de dolor, muchas horas de desconsuelo, sobre todo, con muchos ratos de confusión ante el enigma de todo el que sufre: ¿por qué a mí? ¿Por qué todo esto? ¿Cómo es posible?

Después de muchas horas de construcción personal entre pensamientos de todo tipo, en esos momentos duros que decía, unidos al cariño de los míos, la increíble labor de mis padres de hacerme una persona normal, con todas las papeletas para ser un mimado, llegué a un punto en el que debía elegir que camino cogía, cómo quería avanzar en la vida. Y decidí que feliz y pleno, al final tengo el mejor regalo que puedo tener, la vida. ¿Fácil? No, ¿posible? Sin duda.

Llegado un día hay que elegir un camino.

Y cambié los por qué, por para qué. Y mi vida cambio. Vi que podía ayudar a otros. Recuerdo un amigo de mis padres, que estaba enfermo, Carlos, que un día le pregunté cómo lo llevaba y la contestación fue: “¿cómo lo voy a llevar teniéndote cerca? Con ilusión y esperanza”. Aquellas palabras cambiaron mi vida.

Desde ahí, y hace muchos años de esto, soñaba, con ser un instrumento para ayudar a los demás. Poder contar mi forma de vivir por si ayudaba a otros. Y eso dio sentido a mi vida. Y ni mi imaginaba que llegaría instagram y @untrasplantado, ni este blog, ni el libro “Diario de un trasplantado”, ni las conferencias, pero ya lo soñaba. Y ese dar sentido a mi vida, no me quita el dolor, ni resta operaciones, pero si da sentido a mi padecer.

Y la alegría renació en mi vida, todo se ve con otro color.

Por eso, cuando uno da un sentido a su vida, encuentra un para qué por el que vivir, con el que soñar y encima entregado a los demás, es un regalo. Esos para qué, me dieron un porqué como objetivo en este caso, no como tortura de causas que no encontraremos. Y ese porque nuevo, me lleno de vida y felicidad, encontré un objetivo de vida. Como decía Viktor Frankl, “Quien tiene un ‘porqué’ para vivir, encontrará casi siempre el ‘cómo’”. Y eso me dio mayor fortaleza, paciencia y sabiduría para saber donde podía desgastarme por mejorar algo o donde debía asumir una situación, un destino, como algo irrevocable, pero que no cambia mi puerto soñado de atraque.

Con los años, en el crecer de mi fe y sobre todo tras leer a los maestros López Quintás y Romano Guardini, aprendí que si además del sentido, lo que nos realiza ampliamente como personas, le damos una trascendencia, ya tendremos a mano el regalo de la casi plenitud personal.

La palabra «trascendencia» viene del latín transcendentia y significa «cualidad que está más allá de los límites naturales». Sus componentes léxicos son: el prefijo trans- (de un lado a otro), scandere (trepar, escalar), -nt- (agente, el que hace la acción), más el sufijo -ia (cualidad)

Pongo casi, porque como siempre podemos, en potencia, ser mejores, o peores, siempre se podría alcanzar mayor plenitud.

Una de las razones por las que soy un tipo con tanta suerte es por haber encontrado mi sentido, por buscar cada día la trascendía de mis actos. Por soñar con ayudar a muchos y mejorar el mundo a mi paso, como decía entre otros santos la Santa Madre de Calcuta.

Que decía, “Yo sola no puedo cambiar el mundo, pero puedo lanzar una piedra a través del agua para crear muchas ondulaciones. El amor es una fruta de temporada en todo momento y al alcance de todas las manos. Difunde el amor donde quiera que vayas. No dejes que nadie se aleje de ti sin ser un poco más feliz.”

Que al atardecer de nuestra vida, ésta haya sido fértil en amor, en ayudar a otros, en definitiva, que haya sido una vida vivida y que haya merecido la pena.

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