Hoy es día de víspera. De víspera de ingreso y en dos días de cirugía.
Las vísperas conllevan alegría e ilusión porque llegue el evento y a la vez incertidumbre ante tal momento.
La verdad, es que estoy deseando verme operado y ojalá pueda empezar a hacer vida sin dolor. A irme a la cama sin el temor a levantarme apretando los dientes y sujetando las lágrimas en poco tiempo; a pasear sin tener que tener en cuenta si hay bancos en la ruta; a estar con Amelia sin temor, ella y yo, a que me pise y ver las estrellas.
La mejora de la anterior cirugía fue enorme, pero como se preveía, insuficiente. A ver si por fin podemos cerrar capítulo.
Y cómo muchas personas, ante todas las vísperas tengo mis rituales. Son muy sencillos, llevar a Amelia, ir a misa y luego a rezar al Cerro de las Ángeles y pasar un rato con las hermanas Carmelitas. Nada cómo ir a quirófano en paz y de la mano De Dios y con el abrazo de la Virgen.
En la eósfora, también tengo mi ritual y es llevar la mano a la zona de la Intervencion a ver cómo está. Recuerdo la tensión en noviembre que una de las opciones era que hubiera vacío. Pero no, estaba la pierna y estaba salvada hasta el tobillo. Espero el miércoles rematar.
Os pido, aunque se que ya hay cientos de cadenas y miles de oraciones individuales, un recuerdo en oración por la cirugía del miércoles. Y pido a Dios a ver si podemos tener una tregua de operaciones y dolor. Un descanso de sufrir. Aunque me vienen a la cabeza, al pedir esto, las palabras de Gabrielle Bossis en su diario espiritual llamado “Él y yo” que decía “si Yo tuviera otro medio para acercarte a Mi que no fuera el sufrimiento, te lo daría.”