Entre fuerte y flojo. Un trasplantado.

“Con trabajo, ganas, decisión y acompañamiento de los que me quieren, es posible seguir adelante en esta montaña rusa de sensaciones, dolores, cosas buenas y malas extremas que se viven en la enfermedad crónica. ”

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Entre fuerte y flojo.

El otro día, en las fiestas de un pueblo pequeño de Segovia, le pregunté a una persona ¿cómo iba? Es un grande, un hombre al que tengo mucho cariño, Lico. Y me contesto con una sabiduría apabullante, “entre fuerte y flojo”. Esta respuesta, simple, directa y sin dobleces, esconde una sabiduría mágica que da la vida. ¿Quién está bien o mal? ¿No es siempre una mezcla aunque predomine una parte?

Y es que si me siento yo desde hace un tiempo y estas palabras lo definen a la perfección.

Flojo, por no decir mal, físicamente. Una vida enfermo tiene su peso, más si cabe, los últimos siete años que tan duros e intensos están siendo. Entre operaciones pequeñas y grandes, continuos sucesos adversos de salud que no dan tregua y van cansando físicamente.

Unido al calor que ha hecho este año, que me han dejado las tensiones a niveles que a veces cuesta superar, hacen que cada día sea un esfuerzo. Que físicamente esté muy mal. Lo que multiplica mis ganas de un ulterior trasplante, que está más cerca al entrar en breve en lista de espera.

Fuerte, porque gracias a Dios, gracias a Sara y Amelia, gracias a mis amigos que tanto me ayudan y gracias a tantos de vosotros que sin conocerme tanto me queréis, animáis y rezáis, mis fuerzas no se desvanecen.

No es fácil y requiere mucho trabajo mental por mi parte para mantenerme a flote, para querer seguir remando y para querer añadir sueños y retos a mi corazón y que mi cabeza los haga suyos para lanzarme a ello.

Pero cada día tiene un regalo. Regalo emocional de alguien que me quiere, sobre todo mi Equipo SAP, mis heroínas, mis personas vitamina, que digo, mi complejo vitamínico, no quiero quedarme corto, sería egoísta por mi parte.

Os he contado alguna vez, que el peor día de mi vida, el día de mi amputación, lleno de dolor físico por la cirugía y con un inaguantable dolor emocional, sólo en mi cama, encerrado en la habitación sin visitas por un brote de covid en la planta -todos menos yo positivos- y sin poder abrazar o llorar con Sara o ambas, me toco navegar esta tormenta con mi fuerte cabeza y mi flojo cuerpo. Pues cuando todo parecía negro sin solución, tuvimos una video llamada y pude hacer un pantallazo, una imagen de ellas dos riendo por un chiste y yo sabiendo también con una sonrisa. Fue de los regalos más grandes y que tienen un sitio más especial en mi corazón.

Buscar una cosa buena, no seamos cicateros, algo genial, que cada día lo tiene, hace que la parte de corazón y cuerpo de ese trío integral que nos conforma a cada uno, cabeza, corazón y cuerpo, se mantengan fuerte y arrastren y lancen al flojo tercero a hacer lo mejor de sí mismos.

Con trabajo, ganas, decisión y acompañamiento de los que me quieren, es posible seguir adelante en esta montaña rusa de sensaciones, dolores, cosas buenas y malas extremas que se viven en la enfermedad crónica.

Esta imagen me trajo a la memoria el fuerte y flojo. La inmensidad del edificio nuevo y precioso, junto a las sucias obras.

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