Hoy al levantarme leí el comentario de Sara a propósito de la foto que nos hicimos por Nochebuena:
“¡Feliz NOCHEBUENA! Un año más, peleando las adversidades y disfrutando a tope cada momento juntos… porque al final, lo que perdura por siempre son estos instantes donde se detiene el tiempo. Y donde te encantaría quedarte para siempre… tu sitio. Más canas, desorden detrás, y una estrella torcida, pero al final, así somos… IMPERFECTOS.”
Una genialidad de mensaje. Una profundidad de mensaje que en diálisis me ha hecho pensar y me ha ayudado a rezar con ese mensaje.
Esa imperfección que resalta nos hace pequeños y finitos y eso nos hace fallar, nos hace no llegar a todo, nos hace necesitar a los demás. Nos obliga a decir perdón, por favor y gracias.
Esas tres palabras, que parecen tan sencillas, si se dicen de corazón y con sinceridad trabajan nuestra humildad. Pero eso, como la energía, que “ni se crea, ni se destruye, sino que se transforma”, pasa con esas palabras. Yo trabajo mi humildad al decir de corazón perdón, por favor y gracias y eso multiplica exponencialmente la grandeza del que perdona, del que ayuda, del que recibe la gratitud.
Es un regalo esa Estrella torcida, esas canas, esa imperfección que nos acerca a Dios. Cómo dice la canción de Raphael:
“Hay mucho, mucho más, amor que odio
Más besos y caricias, que mala voluntad
Los hombres, tienen fe en la otra vida
Y luchan por el bien, no por el mal”
Por eso, cada día quiero rodearme más de gente positiva, que habla de lo bueno, que hace crecer, que suma, que como me quiere me dice lo bueno, y lo malo cuando es necesario.
Y huyo de los chismosos, que critican, que sólo te dicen lo malo envuelto en cariño.
Hoy que ha nacido Jesús, dejémosle entrar en nuestro corazón, busquemos lo bueno de los demás, hagamos del mundo algo más habitable.
¡Feliz Navidad!