Como siempre al hacer balance de un año salen cosas malas, regulares y buenas.
A nivel personal he vuelto a crecer mucho. La enfermedad me ha vuelto a probar y ponerme al límite. Como decía antes he tenido mucho dolor, más de seis meses con tensiones de 6/3-7/4 que ponen a uno al límite de la resistencia emocional. Eso me ha hecho conocerme más, saber dejarme hacer más y aprender a ser consciente de que no puedo hacer todo lo que me gustaría y que no pasa nada.
A nivel emocional también ha tenido sus días y sus cosas. Algunas por el simple hecho de estar enfermo y encontrarme mal es imposible estar siempre bien; menos mal que siempre queda mi refugio, mi fortaleza, mi centro vital: el Equipo SAP.
A nivel laboral, aunque he estado otros seis meses de baja, y van así tres años y medio de baja de los últimos 5, al menos, como os decía el otro día, he sido capaz de acabar un trimestre por primera vez en 8 años sin ningún día de baja. He podido pasar consulta y curar a mucha gente, dar muchas conferencias, una semanal de media y conocer mucha gente especial y enseñar a los jóvenes futuros fisioterapeutas de la UFV.
Y relacionado con eso cumplir dos sueños de mi infancia: firmar en la feria del libro y espectacular poder dar un testimonio en Cibeles en la marcha del “si a la vida” ante tantísima gente. Sin ser sueño, porque nunca soñé tenerlo, aunque siempre me encantaba, tener mi sección en “Antes de que amanezca” de radio interecobomia. He pasado miles de horas de mi vida escuchando la radio.
He invertido en salud. Sigo con mis jornadas de caminar con 7km/día de media y gracias al empuje de Nicolás retomé el golf, cosa que quería; gracias a Alfonso el cróquet; gracias a la universidad el gimnasio aunque voy menos de lo que me gustaría. Un regalo para el cuerpo y para la cabeza y para el alma.
Y qué decir, de nuevo, de las heroínas de mi vida, de Sara, con la mochila elegida, y Amelia, con la mochila impuesta, una pudo elegir un marido enfermo, la otra no pude más que aceptar un padre enfermo, pero las dos siguen siendo sublimes, maravillosas, abnegadas y felices de su papel. ¡Tengo que dar tantas gracia a Dios por ellas!
Y una vez más, gracias a Dios por la fe y la fuerza y por el regalo de la Eucaristía y confesión. No se si hubiera sido capaz de todo sin la fuerza que viene de Arriba. Otro sueño cumplido ha sido llevar a San Antolín, el patrón del pueblo al que vamos. Desde 2004 que me trasplantaron en sus fiestas era una idea que rondaba.
2023, has sido generoso, como lo es la vida a pesar de los malos condicionantes. Podíamos no haber acabado el año y ya sería peor. No siempre tenemos la vida soñada, pero tenemos aún vida. Sólo eso, no es poco.
¡A por el 2024!