Sol y nubes. Un trasplantado.

“[...] Ya estoy operado, ya me han amputado, ya me falta un trozo de pierna.[...]”

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Llegó el día que tenía que llegar, pero que nadie queríamos que llegara. Ya estoy operado, ya me han amputado, ya me falta un trozo de pierna.

Los dolores han sido enormes, las primeras 24 horas fueron horribles. No pensé que podía existir tanto dolor y tantas horas seguidas. Emocionalmente estoy fuerte, imagino que me espera algún día malo, pero pensaba que uno de esos momentos duros sería la primera vez que viera mi pierna. Lo hice, miré y no me vine abajo al ver el muñón. E incluso fui capaz de tocarlo a las pocas horas, cosa que a mucha gente le lleva días. Aún así me mantengo en guardia ante los momentos más negros, que alguno me esperará en el camino, como es lógico.

Para hacerlo más emocionante, pusieron mi planta en cuarentena por 4 positivos, lo que hacía imposible las visitas. No veo a Sara desde que nos dijimos adiós antes de entrar en quirófano. Cosa, que por otro lado celebro, visto lo visto, el que no haya podido verme sufrir los días peores. No es lo mismo saber que alguien ha sufrido, que verlo y vivirlo. Y eso se lo ha ahorrado. También, he vivido lo que es estar solo y enfermo en momentos críticos de la vida y me ha recordado a tantos fallecidos en soledad por la pandemia y es horrible. Dios los tenga en su gloria.

Tengo el síndrome del miembro fantasma, que de momento me hace más gracia que otra cosa. Es increíble notar perfectamente partes del pie, que no está; notar una herida que tenia, que hace días que no está. Juego a mover diferentes partes de algo que no está, pero que en mi cabeza si. En definitiva, compruebo lo impresionante que es el cuerpo humano en sus cosas buenas y malas.

Pero más grande es la incertidumbre, el miedo, el vértigo ante un futuro desconocido. Por supuesto, mezclado con ganas, ilusión y alegría. A ratos cambia la proporción, pero de todo hay. Lo mejor de todo es la enseñanza de la vida, de que esto es un juego de equipo. Por muy fuerte que sea un árbol, si no tiene buenas raíces, un viento lo puede tirar. En cambio, un buen árbol, con raíces firmes, puede ser centenario y hasta milenario. Que solos nunca podremos ser felices del todo. Que necesitamos el encuentro con los nuestros y el asombro ante las cosas de la vida y las personas que nos aman. Desde el martes la vida, mi vida, no volverá a ser lo mismo. Eso no significa que sea peor. Ahí entra mucho en juego la actitud. Significa que tengo un nuevo abanico de oportunidades para desarrollarme de la forma más óptima posible.

Ahora me esperan días de sangre, sudor y lágrimas, nunca fue tan real este dicho. Muchas horas de curas, otras tantas de duro trabajo físico para poder moverme con las muletas o la silla de ruedas, más horas de entrenamiento para volver a aprender a andar, sin olvidar las de fisioterapia del muñón para para el síndrome del miembro fantasma y poder usar la prótesis y en cada fase mucho trabajo de la mente. Porque aunque tenía claro, y lo había trabajado a nivel mental antes, que mi esencia y mi valía, no está en mis pies, ahora está la incertidumbre del futuro, de cómo se pasará. Tarea más complicada de lo que parece.

Ahora me toca un tiempo de ver las cosas muchos días gris oscuro, casi negro. Como los días de tormenta de verano, que de una mañana de sol, se pasa a una tarde negra y cae el diluvio y luego, gracias a Dios, aunque puede parecer lejano, siempre escampa y vuelve a salir el sol. Dejando un ocaso espectacular, de foto, imponente de bonito, la que hace unas horas era negro y duda, ahora es majestuosidad y luz maravillosa. Porque por encima de las nubes, siempre está el sol. Por qué por encima de la incertidumbre, siempre está la búsqueda de sentido y la felicidad. Por eso mi consuelo está en saber que no tardando, de forma distinta, pero haré vida normal, seguiré con mi camino, paso a paso, qué ironía, iré a exprimir cada día, a sacarle su jugo y disfrutarlo al máximo. Ya sea en consulta, en la Universidad, estando los tres o con familia y amigos. Pero cada noche al recordar mis errores y aciertos, buscar en el balance un final positivo a cada día. Sólo así se pueden aguantar algunas batallas. O al menos sólo así yo las puedo soportar.

Pero eso a día de hoy, no elimina el dolor, ni la incertidumbre que siento. Sensaciones que también contaba con ellas; son parte del duelo, es parte de asumir que me falta una parte del cuerpo. Duele a veces cerrar puertas, pero no siempre la nueva nos lleva a un camino peor y el dolor ya hacía difícil seguir cada día. A veces hay que saber mirar con distancia y/o con tiempo, para ver el lado positivo de los cambios.

Y se presenta ante mi otro reto, otra oportunidad de crecer, otro camino inesperado, otra faena que lidiar. Y volverá a reír la primavera y volverán los días de alegría. Reharé mi vida sin pierna y habrá sido para bien, habrá sido para aprender y habrá sido para ser aún más agradecido a la vida y a Dios. Eso no disminuye ni un ápice el dolor, pero aligera la carga de esta cruz que me acontece en este momento.

Esto sólo no sería posible. Así que, una vez más, dar gracias a Sara y Amelia por ser tan geniales y darme vida y motivos de lucha cada día; a mis padres por llevar con tanta fuerza el dolor de un hijo, no quiero pensar lo que llevan encima, imposible hacerse a la idea, aunque ahora que soy padre pueda acercarme algo más a lo que sienten; a mis hermanos por su entereza y amor desde el primer día de mi vida y a vosotros amigos y resto de familia y los que sólo me conocéis de leerme, una vez más agradeceros vuestro cariño, vuestras oraciones y vuestro apoyo. No sois conscientes de lo que nos ayudáis al equipo SAP.

A pesar de todo y con lágrimas de emoción en los ojos, y algo de pesar en el alma (que pasará), sólo puedo decir: ¡gracias, soy un tipo con suerte! ¡Soy un tipo con mucha suerte!

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