Hoy es la Jornada Mundial del Enfermo. La enfermedad es sin duda de las cosas más duras que nos pueden tocar. Y una enfermedad crónica multiplica ese mal, ya que no puedes descansar nunca, es un proceso que nunca acaba, todos los días de la vida. Otras enfermedades, sin querer comparar, acaban. Te curas o mueres, pero hay un final. La enfermedad crónica nunca acaba, por eso es tan agotadora.
A la vez, aunque suene irónico, es de las mejores cosas de mi vida, de las que más me han enseñado y más me ha ayudado a crecer como persona. Me ha enseñado lo que es importante, que normalmente son cosas pequeñas y lo que es imprescindible, que suelen ser unas pocas personas.
Me ha ayudado a tener alrededor gente muy especial, que de otra forma no hubiera conocido, o sí, pero no hubiera valorado de la misma forma. Mi familia, amigos que te demuestran lo que valen, gente maravillosa por redes sociales y un montón de cariño y de oraciones que me regaláis cada día.
El resultado, como todo en la vida, lo que más cuesta y más exige de nosotros, es lo que al final valoramos, disfrutamos y saboreamos más. Lo que más nos enriquece y hace crecer.
El lema de este año es “acompañar en la soledad” interesante, porque a pesar de estar muy acompañado, al final, en el ocaso del día, en la cama, al terminar la jornada, uno se encuentra sólo con sus pensamientos y miedos, dudas y vértigos. En la abrumadora soledad del silencio de la noche donde acechan mil fantasmas sin piedad. Por eso valoramos tanto la compañía, cercanía, cariño y sobre todo comprensión de nuestros familiares ya amigos.