La confianza. Un trasplantado.

"[...] “A veces Dios calma la tormenta. A veces calma al marinero. Otras, Él nos enseña a nadar." [...]" (Vía @untrasplantado)

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«[…] Hay días que te sientes como un barquilla sin timón en medio de la tormenta. Zarandeado, maleado, golpeado, sin rumbo, hasta sin ilusiones. Y ahí, es cuando hay que bogar fuerte, dejarnos ayudar por nuestros familiares y amigos […]»

La enfermedad crónica conlleva momentos de gran desgaste anímico, que en parte dificultan llevar un día a día normal. Complica la vida laboral; en algunos casos la vida familiar; o la vida personal sintiéndonos a veces mal con nosotros mismos en lo físico, en lo personal o ambas.

Pero como dice el dicho: «que Dios no nos mande todo lo que podemos aguantar». No sé cual será mi límite de aguante, pero si que tengo claro, que la enfermedad me ha enseñado a ser fuerte -física y emocionalmente- a buscar la alegría, superarme y mejorar cada día y valorar las cosas que son de verdad.

Esto no es posible todos los días, ni sería realista pretenderlo, ¿quién está siempre fuerte y animado? Hay días que te sientes como un barquilla sin timón en medio de la tormenta. Zarandeado, maleado, golpeado, sin rumbo, hasta sin ilusiones. Y ahí, es cuando hay que bogar fuerte, dejarnos ayudar por nuestros familiares y amigos.

Pero «nunca un mar en calma hizo marineros expertos». Esos días, esas rachas, que tanto cuesta pasarlas, son las que nos hacen fuertes, nos dan experiencia, en definitiva, nos hacen más sabios. Igual que el marinero bregado y experto se prepara para la tormenta, sabe navegar, adelantarse a las inclemencias del tiempo y salir victorioso a los caprichos del mar. Y como después de la tormenta siempre llega la calma, puede finalmente, volver a estar en disposición de relajarse.

Por si no te habías dado cuenta, los párrafos impares he hablado en negativo y en los pares en hablado en positivo. Eso es lo que pasa con la confianza, la alegría, el ánimo y a veces hasta la autoestima del paciente. Cada día es de una forma, a veces cambia entre la mañana y la tarde e incluso de un minuto a otro. Igual que hace el mar. Lo bueno de ir acumulando experiencias, años y diferentes frustraciones es que vamos aprendiendo como el buen marinero a capear los males, adelantarnos a las malas noticias y prepararnos para sufrir. Aunque estar preparado no quita el sufrimiento, tampoco al marinero le exime de luchar a brazo partido con el temporal, pero si facilita salir o sobrellevar estos trances.

A la vez, saber que vas pasando borrascas, que vas teniendo callo, ayuda a sentirse animado, fuerte, con autoestima, etc. ¿Una pura contradicción? puede ser, pero es la vida misma. Vivimos en una tempestad de hormonas, sentimientos, experiencias, ilusiones, frustraciones, alegrías, etc. que imposibilitan estar siempre en una mar en calma.

A pesar de eso, no debemos olvidar nuestro rumbo de alegría, con la ayuda de la tripulación de familia y amigos y con destino la felicidad -esta no viene ausente de esfuerzos y contratiempos y así se disfruta y valora más-.

“A veces Dios calma la tormenta.
A veces calma al marinero.
Otras, Él nos enseña a nadar.»

Espero haberos ayudado a entender un poco más como respira un enfermo crónico (al menos yo). y recordad…

¡Soy (somos) un tipo con suerte!

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