La vida es sueño. Un trasplantado.

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¿Quién no ha tenido un montón de sueños desde niño? ¿quién no ha tenido sueños irrealizables, mágicos? ¿Y quién no ha soñado con otros factibles, aunque difíciles?

Pero lo difícil no es soñar, es hacer realidad lo soñado. Al menos intentarlo. Algunos son imposibles, pero alivia lo imaginado; algunos son platónicos y ni pueden, ni queremos que sean reales; otros los añoramos de veras. Pero la clave, es saber que la vida y los sueños, son eso:

«¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
«

Son sueños. Y soñar es sano, es bueno, nos ayuda a desarrollar nuestra imaginación, en muchos casos nos dan fuerzas para ir a por ellos, pero los sueños, sueños son. Y no podemos perder esa perspectiva, hasta que sean realidad, si lo llegan a ser.

Cuando oigo la frase: «qué suerte has tenido al conseguir eso» siempre me ha sentado tirando a regular. Yo defino la suerte con una fórmula matemática desde hace años. (Fórmula S) S=(T+C)xA. Donde S es suerte; T es trabajo realizado; C es constancia; A es actitud. De nada me sirve trabajar mucho una tarde, si al día siguiente no sigo. O trabajar mucho, muchos días, pero con actitud pesimista, el trayecto de la suerte será limitado. Pero si trabajas mucho y bien, con constancia y un plan y con actitud constructiva, positiva y de crecimiento, la suerte no tardará mucho en llamar a nuestra puerta.

Escena de la película “Rocky”

Muchos sueños, decía, son imposibles en sí mismos, pero otros muchos los hacemos imposibles por nuestro mal planteamiento de la fórmula S. Muchas veces nuestra forma de afrontar los proyectos, hace que empecemos derrotados. Como se dice en el fútbol, el que sale a empatar, suele perder. O como decían los padres cuando íbamos al colegio o la universidad, ve a por el 8 y te aseguras no suspender. En los sueños igual. Ve a por la excelencia, déjate la vida, organiza un plan y el sueño será una realidad. Cede un poco y quedará en quimera.

¿No sería esto extrapolable a todo lo que hacemos en la vida? Al entregarnos a nuestra familia, a nuestros amigos, en nuestro trabajo, etc. que importante es cuando nos reímos que nos duela la tripa de lo bien que lo hacemos; cuando lloramos que nos quedemos vacíos; cuando trabajemos que seamos el mejor; cuando amemos, que lo hagamos hasta que duela. Sólo así podremos dormir con la conciencia tranquila de no haber sabido hacerlo mejor, de haber dado todo, habernos exprimido hasta la última gota de energía.

Esto, es vital, por lo menos por mi experiencia, en la enfermedad crónica. Como os he comentado alguna vez, no hay tregua, cada día es una lucha, cada día es un reto, cada día tiene al menos un dolor, sino varios, cada día tiene su dificultad. Sólo con fuerza, con actitud ganadora, con constancia en la alegría y la oración, es posible llegar a la meta de la felicidad. Es más, la felicidad se multiplica cuanto más cuesta la empresa emprendida. Tanto que a veces compensa más un trabajo bien hecho aunque no se alcance el objetivo pensado, que un trabajo hecho sin ilusión o sin empeñarnos del todo, pero con premio.

Escena de la película “Carros de fuego”

Es una de las ironías de la vida más maravillosas. Sólo así es posible tener una vida plena, completa y feliz. Estando enfermo, sin cumplir casi ninguno de los cánones que la sociedad “impone” -o nos dejamos que nos imponga- como requisitos para ser feliz. Para esto es clave, además de la Fórmula S, la asertividad. ¿Es fácil decir que no? No. Pero nada más bello, más grande y que más nos vaya a reconfortar y hacer felices que hacer el camino que nosotros queremos sin que nos lleven y poniendo todo nuestro ser en ese camino y alcanzar nuestra meta.

Trabajo complicado pero posible, a por ello. Y, ¿que mejor que el inicio de año para ponernos buenos retos?

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