Hay una familia genial, imprescindible, dinámica y que es responsable de gran parte de cómo somos, son los amigos. Y son parte esencial de nuestra vida, nos sostienen, empujan, ponen los pies en la tierra, ríen y lloran con nosotros, etc.
Es la familia que uno elige. Es la familia que uno va modelando y que nos va modelando a nosotros. Es la familia, aunque una parte de la biológica y la creada también, que sólo con mirarte sabe cómo estás.
Una parte de esos amigos son como el Guadiana y sus ojos, van y vienen. Por la lejanía, por desavenencias, por lo que fuere, son amistades intermitentes y no por ello menos geniales. Pero no siempre tienen la misma fuerza e importancia.
Los hay que son como el Río Peces o Caslilla, pequeños ríos segovianos, pero que marcaron mi infancia. Hay amistades que son especiales, no por su intensidad o cantidad, sino por su calidad y por el recuerdo que dejan, por su huella imborrable. A lo mejor hoy no ocuparían ese lugar, pero echamos los dientes juntos y eso tiene mucho valor en forma de cariño y complicidad.
Otros como si fuera un afluente, se pierden por el camino y se diluyen en otro río con el paso del tiempo. Tuvieron su función, pero determinada en el tiempo.
Pero todos, cada uno con su inicio y algunos con su fin, con su diferente caudal, marcan la tierra, dejan su huella, cambian la orografía de la zona por donde discurren, igual que hacen en nuestro corazón.
Y otros, los que más enriquecen y llenan, son como el Duero, empieza pequeños en los Picos de Urbión, pero con el recorrer del camino, con los avatares de la vida, va cogiendo fuerza y creciendo hasta ser un río imprescindible en la península de nuestra vida. Un río que desde que nace, no desaparece, siempre está, nunca deja de acompañarnos.
Son, junto con los de casa, los que más y mejor conocen lo mejor de cada uno y lo sacan a relucir. Los que más y mejor nos ayudan a ser más nosotros mismos. Son los que más y mejor saben querernos sin caretas, tal y como somos.
Yo he tenido la suerte de tener muchos y grandes amigos como el Duero. También como el Guadiana, el Peces o el Caslilla y los que están por llegar. Y alguno se disipará con el pasar de los años. La mayoría han sido de mi edad, otros muchos mayores y otros pocos muchos más pequeños. Pero todos han dejado una huella especial. Muchos me han ayudado en momentos de mucha dificultad y han celebrado los de máxima alegría.
Una vez leí que los buenos amigos son los que acuden en los malos momentos sin ser llamados y a los buenos cuando se les invita. Y es que, y más con la vida que se lleva hoy en día, ¿qué difícil es estar siempre atento a nuestros amigos, verdad?
Desde aquí quiero daros las gracias por haberme acompañado y ayudado tanto, como la cuadrilla que siempre está a pies juntillas con su maestro, de esta Isa forma, siempre he tenido la suerte de tener a muchos de mis amigos. La vida me ha puesto pruebas muy difíciles, pero más arduas habrían sido sin el calor, el empuje y el abrazo de mis amigos. ¡Gracias amigos! Y gracias a Dios por poneros en mi camino. Os quiero y os agradezco infinito tanto cariño. Sois un regalo.
Insisto cómo siempre, ¡soy un tipo con suerte!