La última palabra no la tiene la muerte
Hoy no termina la historia.
Hoy empieza la verdadera vida.

Después de tantas caídas, de tanto silencio, de tanto peso a cuestas…
Hoy el Amor se levanta.
Y no solo se levanta Él.
Nos levanta contigo. Conmigo. Con todos.
La Resurrección no es solo una promesa para después de la muerte.
Es una posibilidad aquí y ahora:
cuando perdonas, cuando abrazas lo roto, cuando te atreves a seguir creyendo,
aunque sigas sangrando por dentro.
Esas cicatrices que aún llevas son reales.
Pero también lo es la vida que vuelve a brotar.
Hoy celebro que la herida no es el final.
Que el dolor no tiene la última palabra.
Que aunque el cuerpo esté agotado, el alma puede danzar.
Y que incluso en lo más oscuro, Dios hace sitio para la luz.
Yo lo he visto en carne propia.
Lo veo cada vez que miro a Sara y Amelia.
Ellas son mi resurrección diaria.
Mi faro cuando todo se nubla.
Mi fuerza cuando la enfermedad me la roba.
La prueba viva de que el amor verdadero no cura el cuerpo,
pero sí resucita el alma.
Hoy no solo recordamos que Cristo resucitó.
Hoy nos atrevemos a resucitar con Él.
A renacer en medio del cansancio.
A seguir amando aunque duela.
A mirar al cielo sin olvidar la tierra.
Porque la Resurrección no se grita,
se vive.
Y empieza donde estás tú.
Con lo que tienes. Con lo que eres.
Así, tal cual.
Cristo ha resucitado. Y contigo… todo vuelve a empezar.
¡Feliz Pascua de Resurrección!