Punto de inflexión. Un trasplantado

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El otro día nos fuimos a cenar Sara y yo. Intentamos hacerlo con cierta asiduidad, nos ayuda mucho. Es alimento para el matrimonio.

Y salió un tema, que los dos sabíamos lo que pensaba el otro, pero que en más de dos años no lo habíamos hablado. Tenemos una confianza absoluta, pero estos años hemos vivido cosas tan brutales, que a veces necesitamos un tiempo para verbalizarlas, para digerirlo. A veces no es fácil tanta emoción.

El tema era la primera semana amputado en el hospital y la primera en casa y nuestros sentimientos. Por el brote de covid en mi planta, todos menos yo lo cogieron, el día que me operaban Sara no pudo entrar ni a despedirse, ni a entrar a verme toda la semana. Algo muy duro, que se convirtió en bueno.

Muy duro, obvio porqué. Ir a quirófano y no poder despedirse, ni estar acompañado en momentos tan duros es una faena y te sientes con algo de vacío. Mirar a la cama y ver que falta un trozo, falta un trozo de mi yo, es difícil de explicar y cada vez que lo pienso, me emociona y recorre un escalofrío enorme. Estás tan abrumado y hasta asustado, que a veces no tienes ni fuerza para llorar de la impresión. Fue el peor momento de mi vida a nivel emocional sin duda alguna. A pesar de todo lo vivido. Ni la pérdida de los trasplantes que es muy duro, llega al nivel de verse amputado la primera vez y alguna otra más.

E incluso siendo así, recuerdo una videollamada los tres, el Equipo SAP, Sara, Amelia y Pablo, yo, y en ese momento no sé por qué nos reímos e hice un pantallazo a ese instante. Hasta ese tenebroso día tuvo algo genial. Algo que me hizo dormirme con el corazón roto en mil pedazos, pero con el pegamento de esas risas, miradas de mis chicas y tanto amor que pronto lo dejaría como una obra de arte.

¿Algo bueno estar sólo en esos momentos? Si, pudimos vivir el duelo cada uno a su ritmo y a su velocidad. Sin ver el sufrimiento real, pero sabiendo que estaba. Dicho esto, hubiera sido genial, mucho mejor, pasarlo juntos, que no se entienda mal. Pero cómo así se dio, así lo vivimos.

Esta imagen aún me emociona verla. Era la primera vez que veía mi cuerpo no entero.

Y llegó la primera semana en casa, yo imaginaba que Sara era consciente de mi dolor, físico, pero sobre todo emocional. Nos conocemos muy bien, pero nunca lo habíamos hablado, que dura se me hizo. No era derrota, tampoco hundimiento, ni depresión, era una sensación extraña que me atenazaba, de incredulidad, dolor hondo que quema y a la vez costarme ver el muñón.

Y Sara sufría viéndolo, no veía al Pablo aguerrido, con trapío y bravura que salía a los medios, me quedaba en tablas. No quiero pensar lo que pensó, vivió y sufrió viendo a quien quieres así.

Tuve la mejor medicina, el amor y la empatía de mis chicas.

Y un día, cuando llevaba cuatro o cinco días ya en casa, recuerdo perfectamente el momento, agarre a Blas, el muñón, fuerte, con las dos manos, con decisión, con el empuje del animal herido que saca su bravura y casta, y le dije, ”Blas, esta es nuestra nueva vida, tenemos que comernos el mundo, juntos”. Y salieron unas ganas enormes de vivir y vivir cada día.

Hay que llorar cuando se necesita, hay que reír cada día, hay que rezar y ofrecer cada segundo. Podemos ayudar a muchos y muchos más nos ayudará a nosotros.

Obviamente no fue como en las películas, que en un segundo te haces superhéroe, pero ahí se produjo un punto de inflexión. Un punto de inflexión que me llevó a hacer más cosas de deporte, por ejemplo, en esos primeros seis meses amputado, que en los diez años antes. Me llevó a recuperar mi sonrisa, mis ganas, mi bravura… a asumir, lo que ya sabía, que mi esencia no está en mi pierna que faltaba, aunque tenía que acostumbrarme a ello, sino en mi persona, en los que me rodean y quieren.

Por eso, me parece tan incomprensible cuando alguien insinúa o dice que debo taparme el muñón o algunas miradas, incluso de asco, que he visto y sufrido. Me retrotrae a aquellos momentos, los peores de mi vida. Cómo dijo alguien, cuerpo a tierra que vienen los nuestros.

Quererme así, sin pierna o con muñón al aire y feliz, fue clave para mi recuperación emocional.

También, por eso me impresionó, el 20 de octubre de 2022, cuando conocí a una persona. Jacobo me pidió quedar con el, le acaban de amputar y como yo lo llevaba tan bien, para charlar con el.

A los 5 minutos de conocer a Pablo ya me tenía impresionado. La lección y la ayuda fue para mi. Con qué naturalidad, realismo y facilidad hablaba de sus primeras horas amputados. Era la única solución y al ser así, lo asumió y asimiló en el acto. También supe que tenía un nuevo y muy buen amigo.

La desgracia te da muchos palos, pero encaminada con realismo, con naturalidad y mucha fe, te trae regalos maravillosos. no sabemos el día, ni la hora, pero normalmente las situaciones, hasta la peor, tienen un punto de inflexión y maduración. Un momento de mirar, dar el primer paso de asumir y desde ese momento querer y amar nuestra cruz. Será pesada, pero Dios, en la prueba nos dará la fuerza. Nos dolerá y hará heridas llevarla, pero seremos cirineos de muchos más de lo que podemos imaginar y al ver la cicatriz de las heridas, estaremos en comunión con Cristo. Espero no decir ninguna burrada teológica.

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