¡Que suerte estar enfermo! Un trasplantado.

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No estoy loco, ni es ironía, ni voy de Rambo por la vida. Sigo pensando que la enfermedad es de las mayores desgracias que puede haber en esta vida. No tengo ninguna duda.

Pero una vez dentro del oscuro agujero de la enfermedad, uno tiene la oportunidad de no quedarse ahí, no convertirse en «ser un enfermo» y con las limitaciones, mayores o menores, intentar llevar una vida lo más normal posible. O puede dejarse vencer por la pena y la desgracia.

En su día empecé este blog, para acercar a la gente la enfermedad en su punto positivo, para ayudar a los nuevos enfermos o no tan nuevos, pero con dudas, a encontrarle un sentido a su penar, a darle, a ser posible, una idea transcendental. Y quien me iba a decir a mí, que un año y medio después, iba a visitar yo otros blogs, hablar con personas y aprender de un nuevo campo en la enfermedad.

Que ironías tiene la vida, que giros de camino, que días tan empinados, que de nubes en el horizonte, cuando le da por torcerse. Pero como no me gusta quedarme ahí, me gusta llegar a la cima, donde las nubes se convierten en sol, la pendiente en llano y el esfuerzo en descanso, de cara a mi operación de la pierna, hace un par de meses di un paso que me daba mucho vértigo, pero era necesario, conocer a otros amputados.

Foto Abc de Desirée Vila en los juegos Paralímpicos de Tokyo

Que regalo, que de cariño, que de consejos, que de buenas vibraciones. ¿Por qué no lo hice antes? Estas últimas semanas he podido hablar con varias personas amputadas, desde gente anónima, como Javier, Mayte y Sara, a más conocida, como Desirée Vila, campeona de España de salto de longitud y 100 metros y probablemente atleta paraolímpica en Tokio o Sara de Andrés, medallista olímpica y atleta paralímpica. También he podido hablar con una fisioterapeuta especializada en la materia, Pauxo Campos, médicos mi tío Rafael Delgado Velilla, una asociación de amputados, Andade, etc. Y todos me han respondido con cariño, gratitud, con rapidez, con una delicadeza que se me saltan las lágrimas. En un mundo tan feo en muchas cosas, ves tanta bondad, tanto cariño que emana de la desgracia común, convertida en oportunidad de crecer, que te reconforta con la vida, con el ser humano y me anima de cara a mi etapa reina. Aunque siempre que pienso que ya estoy en la etapa reina, surge una nueva etapa más dura, como si fuera una ruta sin planos y lo que nos aguarda fuera sorpresa. Ruta, que probablemente sea un entrenamiento imprescindible para poder subir el siguiente puerto. Por eso, cuando alguien me dice que «te admiro«, siempre respondo, y lo pienso de corazón, «que tengo más entrenamiento que mérito«.

Y decía que tengo suerte de estar enfermo, no por masoquismo, sino porque la desdicha, viene acompañada de esperanza. Como los niños que vienen con un pan debajo del brazo, la enfermedad viene con muchos tesoros. Personas geniales que te ayudan a recorrer un camino que ya recorrieron, otros que te acompañan, incluso cuando a veces no les esperabas, otros que sin conocerme se entregan a mi causa, etc. Sabéis que me gusta dar las gracias a Dios por tanto y decir que ¡soy un tipo con suerte!, pero de verdad y fuera de tópicos, ¿no os parece que es lo mínimo que puedo hacer? ¿Qué es lo mínimo que podemos hacer todos?

Estoy en un momento de mi vida muy sensible, la verdad sea dicha, desde que soy padre. En estos años, se junta la emoción de ver crecer la vida a mi lado, de ver como surge una persona genial, con, en paralelo, estar viviendo los peores momentos de mi vida en lo físico. Momentos, que como decía antes, siempre viene uno peor, cuando parece que has alcanzado el máximo de aguante, como si fuera una película de Alfred Hitchcock, siempre me acecha otro peor. Eso que me atormenta en lo corpóreo, como los pájaros de la película, a la vez me regala ver cosas, que sin dudad alguna, en otras circunstancias, me habrían pasado desapercibidas. Tengo el sabor agridulce de las lágrimas del agradecimiento, mezcladas con las de la incertidumbre y las del miedo. A la vez la sonrisa de la fortuna, del cariño recibido y de saberme querido por Dios y por todos vosotros. Todo hace una mezcla difícil de describir, complicada de vivir, pero que deja un regusto bueno. Por eso tengo suerte de estar enfermo, porque sino, me perdería todo esto.

Así, entre llanto y risa, entre miedo y esperanza, entre ganas y pavor, pero siempre con ilusión, me preparo, nos preparamos el Equipo SAP, para otra gran prueba, para otra oportunidad de recibir toneladas de cariño, millones de oraciones y una explosión de humanidad como si estuviéramos en el podio de una final paraolímpica o en el paseíllo del equipo y fuéramos los abanderados. No sois conscientes de lo que empuja cada gesto, cada oración, cada mensaje, tanto cariño; nada cae en saco roto, todo lo guardamos en el alma y damos gracias a Dios por cada uno de vosotros.

¡Gracias, gracias, gracias!

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