Alea jacta est. Un trasplantado.

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Querer es poder. Es fácil que sea uno de los grandes mitos de nuestra vida, bonito para motivar, pero a veces irreal y puede que dañino. Porque yo puedo querer volar y no podré sin aparatos; quiero hacer los tiempos de Usain Bolt y no puedo.

Pero muchas veces si es verdad y puede ser una realidad. Y una de ellas es esta. Viene una época difícil de mi vida, de las más complejas, ya tengo día para la amputación, mañana. Ya casi está aquí. Y cuando llegue, se que querré, pero sobre todo, se que podré. Y se que soy afortunado de poder operarme en plena tercera ola y quitarme el dolor que me atosiga día y noche, sin tregua alguna.

Tengo mucho vértigo ante el inminente día, muchas dudas y dolores pendientes a la espera. Al principio entre la uvi y los días de hospital. Luego notaré mucho la pérdida cuando esté en casa y no pueda hacer muchas cosas y note mis limitaciones, cuando sea dependiente.

Y cuando sea conveniente, empezará la rehabilitación. Al principio sin prótesis y trabajando mucho el muñón y la fuerza, ya que durante unos tres meses tendré que desplazarme en silla de ruedas o muletas y para hacer transferencias. Es decir, pasar de la cama a la silla, de la silla al sofá, moverme en la ducha, etc. La parte de trabajo del muñón es vital para evitar infecciones, pero también para moldear el muñón de cara al futuro encaje en la prótesis.

Y luego podré ir usando una prótesis provisional y empezaré a ir aprendiendo, si, aprendiendo a andar. Y no será fácil, habrá caídas, dudas, miedos, dolores, sensación de impotencia, etc. pero para dejar mal al mito, como decía, querré y podré. Sin duda lo conseguiré y con nota.

Y después de sudar, chillar, reír, llorar y hasta querer tirar la toalla, una y mil veces cada cosa, tendré mi prótesis definitiva y saldré caminado, sino corriendo, más chulo que un ocho y con tantas ganas de comerme el mundo, que nadie me parará. Seguro que luego es más fácil, o menos difícil, de lo que en apariencia parece. Aunque el vértigo es grande y nubla la vista a veces.

Y luego, la vida será genial. Y sobre todo, a pesar de la amputación seguiré sonriendo a la vida cada mañana. Porque la vida es el mayor regalo que tenemos y un día sin sonrisa sincera, es un día perdido.

Oscar Pistorius, en la semifinal de 400 metros de las olimpiadas de Londres 2012. Se convirtió en el primer atleta paraolímpico en participar en unas olimpiadas.

No os pido, como otras veces el favor de que os acordéis de nosotros, del equipo SAP, en esta nueva aventura que nos toca vivir, porque ya lo estáis haciendo, es impresionante la de mensajes, llamadas, oraciones y cariño que estamos recibiendo. Hasta un video espectacular de mis alumnos. Tanto que casi vais a conseguir que me alegre de vivir esto. Es broma, pero dentro del dolor, es un regalo recibir tanto amor. Por eso os pedimos que pidáis para que sepamos vivirlo con serenidad y confianza, con Fe y esperanza, con alegría y unión. Que sepamos crecer en la adversidad y sacar la mejor versión de nosotros mismos. Que digo, mejorar esa mejor versión cada uno y crecer más aún. Damos gracias a Dios por cada uno de vosotros.

Y cómo siempre, sólo podré dar gracias y decir alto y claro: ¡soy un tipo con suerte! ¡El Equipo SAP, es un equipo con suerte!

Me despido con el himno de mi colegio, Nuestra Señora del Recuerdo y me pongo, y os pongo, a los pies de la Virgen. Que mágica suena cada palabra de cada estrofa, que ajustada a lo que necesito, que querido y agradecido me siento a pesar de los pesares. No me abandone tu amor…. y acuérdate de mí.

Madre del Santo Recuerdo que nunca podré olvidar.
Virgen que, como un lucero, me alumbras desde ese altar.
Bajo tu manto sagrado mi madre aquí me dejó.
Señora, ya eres mi Madre: No me abandone tu amor.

Hoy soy tu hijo, hoy yo te adoro,
hoy te prometo perenne Fe
pero mañana, dentro de un año,
dentro de veinte. ¡Ay! ¿Te querré?

Estrella salvadora es, Madre, tu semblante.
Mísero navegante, naufragaré sin Ti.
Cuando la mar del mundo con zozobrante quilla
surcare mi barquilla, acuérdate de mí.

Aunque avance rugiendo la tormenta
y en mi mástil ya gime el huracán,
feliz con tu recuerdo soberano
desafío a las olas de la mar.

Me arrollarán, quizás, entre su espuma.
Mas negar que me amaste y que te amé,
negar que fui tu hijo y que en tus brazos
se pasó como un sueño mi niñez,
eso nunca lo haré, Madre querida.
Eso nunca, nunca lo haré.
Eso nunca lo haré, Madre querida.
Eso nunca, nunca lo haré.

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