Ser feliz hoy, aquí y ahora. Un trasplantado.

“Como digo y me reitero muchas veces, la vida no es como viene, es como la aceptamos. Y gracias a Dios, Sara, Amelia y yo, y lo digo en ese orden adrede, nos hemos convertido en expertos en supervivencia agradecida y feliz.”

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Han pasado 8 semanas del inicio del ingreso con sus días y sus noches, tres cirugías, infinitas curas y muchas noticias variadas, pocas buenas y muchas malas; algunos días de moverme muy poco, unos minutos, y casi todos de reposo absoluto; muchos días de mucho dolor y otros días de menos. 

Felicidad madre e hija, mi felicidad.

Pero todos tienen algo en común, ninguno de esos sucesos estaba en mi mano cambiarlos. Eran así y así tenía que afrontarlos, asumirlos y aceptarlos. 

Pero cómo diría Viktor Frankl, «La persona que tiene una razón para vivir puede soportar casi cualquier como» (cfr. El hombre en busca de sentido). Sara y Amelia son mi razón.

Coreografías en familia.

En mi mano tenía dos opciones dejarme llevar por la pena y el enfado y hundirme en el dolor o intentar, con sus días malos y los duros embates de la mar sobre una barquilla en medio de la tormenta, llegar a aguas calmas donde reine la paz, donde de un paso, el abrazo a la cruz, a mi cruz.

Como digo y me reitero muchas veces, la vida no es como viene, es como la aceptamos. Y gracias a Dios, Sara, Amelia y yo, y lo digo en ese orden adrede, nos hemos convertido en expertos en supervivencia agradecida y feliz.

Aperitivo en familia, la familia que uno elige, los amigos, y además, madrina de Amelia.

Salvo los ratos malos, soy tremendamente feliz acostado hora tras hora y día tras día en la cama de un hospital hablando con Sara y dándonos un abrazo, contándome cosas Amelia, dándome de comer los primeros días, viéndola saltar a la comba, jugando los tres al Voleyball con un globo, haciendo de fisioterapeuta casi mejor que yo, bailando los tres un viernes por la tarde o tomando el aperitivo los tres y la madrina de Amelia y familia, con visitas de muchos amigos, leyendo muchas horas solo y recibiendo la comunión cada día, rezando, con los jóvenes de voluntariado de capellania y horas de charla con el personal del hospital, hasta recibir un vídeo de ánimo de Monseñor Munilla genial y podría seguir.

Recibiendo cuidados.

Porque si me planteo la suma de días, el porque no andar o que no me gustan como van las cosas sin parar me volvería loco. Por eso, ser feliz, no es cuestión de tener, ser o ganar, es simplemente, saber disfrutar de forma agradecida lo que tengo, donde estoy y sobre todo, quien soy y a quien tengo.

Ya tengo quien siga mis pasos.

Es saber abrazar la cruz con amor y confianza a pesar de su dolor, porque abrazándola pesa menos al dejar que Dios entre bajo nuestro yugo y lleve parte del peso, por eso la carga se convierte en ligera y será para nuestro bien. Así, juntos los dos, cada uno en su collera, pero juntos en la yunta al acabar cada día, me he emocionado, hasta los días malos, de la suerte de estar en un hospital madrileño, da la suerte de estar solo en una habitación, de la suerte de que me guste leer, de la suerte de tener visitas, de la suerte de mis padres y, sobre todo, de la suerte de mi Equipo SAP, que teniendo su dolor, que teniendo su dura mochila que llevar, con entereza y alegría la cargan cada día Sara y Amelia y son mi mejor medicina. Se encargan de devolverme cada día la fuerza y la alegría que la enfermedad y el dolor me quitan. 

Un seminarista que me traía la comunión y tres voluntarios de las más de 150 universitarios que hay.

Por eso digo sin dudarlo que soy un tipo muy feliz, que tengo una vida muy plena y que soy un tipo con suerte, aquí y ahora en la cama de un hospital. Aunque tengo ganas de salir.

Os dejo un vídeo de parte de nuestros días. Ver vídeo

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