No se bien como escribir esto. Estoy feliz y desolado. Llevo 52 ingresado, no cuento los días, lo he hecho ahora para contaros esto y me acaban de decir que en principio me quedan varias semanas más.

Han venido a hacer la cura y estaban felices de lo bien que va, avanza muy bien la herida con el VAC. Yo igual de feliz.
Yo, sabéis que no me hago cuentos de la lechera sobre el alta hospitalaria, por cuestión de expectativas, porque estos ingresos son una guerra psicológica con uno mismo. Pero uno siempre tiene la ilusión de ir a casa.

El caso es que con el tiempo que lleva sin cerrar la herida no ven prudente irme a casa con un VAC portátil y en principio, salvo cambios, me quedan varias semanas de ingreso.
Ha sido como una losa. Recuerdo de niño en los combates de Tyson las caras de sus oponentes noqueados con la mirada perdida, idos. Así me quedé unos minutos.
Se me vinieron mil demonios a la cabeza. El agotamiento físico y emocional que tengo de estar aquí, el no estar con Sara y Amelia y el coste que tiene para ellas emocional y físico aunque vengan con una sonrisa, el seguir sin trabajar semana tras semana, las cosas de Amelia que aunque las veo no las vivo. Y yo no me perdía una. No poder pasear Sara y yo o tomar por ahí.
Y a la vez se que es una tontería y que el tiempo vuela y será para mejor. Que aunque parezca que no puedo más, como el gran escalador ante la etapa reina y ardiéndome los cuádriceps sigue pedaleando como un bravo hasta alzarse con la victoria final. He llevado muy bien estos días y llevaré los que vengan.
Cada semana he tenido un día duro y hoy es el de esta. Es demoledor, pero es sano. Se necesita achicar agua cada cierto tiempo para no hundirse uno en el mar de la depresión. Eso sí, mañana como el ave fénix amanece renovado y fuerte.

Solo me queda tener serenidad y paz. Entre lágrimas de desahogo y pesar escribo esto con la fortuna de acabar de recibir la comunión y dando gracias a Dios por, a pesar de todo, ser un tipo con suerte.

Suerte por Sara y Amelia, mi Equipo SAP, mis padres, mis amigos, todos los que rezáis por mí, que sois legión, todos los que me seguís que la inmensa mayoría sin conocerme personalmente me dais un cariño enorme, por el hospital y su personal y el cariño que me dedican cada día, por poder recibir la comunión, por seguir vivio, podría seguir infinito.
No podemos entender los porqué y menos en el día de hoy, pero aunque cueste miro el para que, y será para bien de mi cuerpo y ojalá ayude a muchos mi vivencia.
Como decía la Santa madre Maravillas “lo que Dios quiera, cuando Dios quiera y como Dios quiera”. Y para acabar, como no tener una sonrisa, si mi querido Cristo de Javier la tenía en la misma Cruz, ni más, ni menos.

Parroquia del Corazón de María de Oviedo