Ni el inesperado bien, ni el indeseado mal que se presentan sin avisar y sin pedir permiso, deben hacernos perder el juicio. Pero qué difícil es.
Cómo os contaba el otro día, a las 6 horas de llegar a Orense, se rompió el catéter y en teoría teníamos que irnos a Madrid. Momentos de duda, de sofoco, mal humor y juicio nublado para tomar decisiones adecuadas.
Pero tocaba confiar, como decía San Ignacio de Loyola, “en tiempo de desalación no hacer mudanzas” o, como decía otro genial jesuita, el Pilun, P. Javier Ilundain, “agobios por adelantado ni uno”.
Decidimos tener la mente fría y confiar. Ir haciendo diálisis una a una mientras dejará el catéter y a la vez ir preparar su recambio en el hospital en Madrid.
Y salió bien. Como siempre que se confía en Dios. Me dejó hacer dos diálisis, otro día de descanso y otras dos diálisis. Eso hizo que de irnos el lunes, hayamos podido aguantar en Galicia hasta el sábado, en lugar de volvernos el lunes pasado aunque hayamos perdido dos días. Un regalo.
Pero no sólo eso, he tenido la suerte de que hoy lunes me han cambiado el catéter y ha ido bien, con lo cual he podido aguantar sin tener que ir a hacer la diálisis al hospital y se soluciona esta aventura, como decía, ni esperada, ni deseada. Estoy con dolor y cansancio por la intervención, pero contento de haberlo solucionado.
Eso si, en mi línea de hacer complicadas las cosas sencillas o, al menos, no demasiado complicadas, y siempre rozando el límite, hemos tenido que volver a urgencias porque no paraba de sangrar. Faltaba un punto que me han tenido que dar. En total 4 en urgencias. Y cuando parecía que nos íbamos han aprovechado a ponerme antibiótico. Otra hora más. Vamos, que hemos echado el día en el hospital. Al final todo controlado.
La confianza, la fe y la paciencia para decidir con más frialdad, nos han regalado 5 días más en Galicia con la familia de Sara y Amelia y, sin duda alguna, desde hace tiempo la mía aunque sea política.
Una vez más, las cosas vienen como tienen que venir y en lugar de centrarnos en lo que perdemos, podría ser o quisiéramos que fuera, supimos centrarnos en lo bueno y en lo que había.
Se ha roto la racha de 7 meses sin ir a urgencias, sin ingresar o ir a quirófano por primera vez en 7 años; antes el máximo eran tres meses, ya hemos ganado. Hoy he venido a quirófano y a urgencias, menos mal que sin ingreso.
Parece que si no complico las vacaciones no soy yo. Íbamos a estar una semana y perdimos días, pero ganamos 5 días aunque fuera peor estos días la diálisis y fuera un esfuerzo físico.
El pasado no tiene solución, el futuro no lo conocemos, pero hoy puedo actuar, puedo cambiar mi enfoque, puedo mirar lo bonito de la vida y dar gracias. Por eso se llama presente: cada día es un regalo.
Una vez más, con las cosas de cada día, soy un tipo con suerte. Mi suerte es tener a Sara y Amelia que ya se toman a broma las alteraciones de vacaciones, asumen si. Queja cada evento de salud y miran hacia delante.