Las pequeñas cosas que llenan la vida.
A veces buscamos la felicidad en grandes acontecimientos, en momentos espectaculares o logros enormes. Pero, ¿y si la verdadera esencia de la vida estuviera en lo simple?
Es una cosa que hace mucho que tengo clara, pero estas semanas pasadas que he estado ingresado y he llegado a ser muy feliz, lo he corroborado. Es en lo cotidiano donde Dios se nos revela: un abrazo o un beso con Sara, un ataque de risa los tres, llevar o buscar a Amelia al colegio, jugar o pintar juntos, desayunar o cenar los tres, ir a verla a caballo, pasear Sara y yo, una taza de café caliente por la mañana, el sol que acaricia la piel al salir de casa, una buena conversación con mis padres o un buen amigo, etc. cosas en esencia pequeñas, pero en realidad enormes.
No necesitamos grandes milagros para sentirnos bendecidos, sino aprender a ver la grandeza en los detalles más pequeños. El amor está en las cosas sencillas, en esas que quizás pasamos por alto, pero que nos sostienen cada día.
Hoy te invito a hacer un pequeño ejercicio: observa tu día con ojos nuevos. Mi abuelo a Rafael decía “no hagáis rutina de lo sublime”. Busca una pequeña bendición, ese detalle mínimo que pueda pasar desapercibido. ¡Y dale gracias a Dios por ello!
No dejes de buscar a Dios en lo pequeño, porque es ahí donde su grandeza brilla con más fuerza.