Libertad. Un trasplantado.

"La verdadera libertad no es la ausencia de restricciones físicas o de limitaciones externas, sino la libertad del espíritu, la libertad para amar y para vivir en la verdad. Esta libertad nos permite enfrentar cada día con una esperanza renovada, sabiendo que nuestra vida tiene un propósito más grande y eterno."

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Dentro de nada, en septiembre, hará 5 años que estoy en diálisis en esta 3ª fase de mi vida en la misma. Se junta con los días de esta losa de calor que cae en Madrid y se convierte en cansancio.

No puedo bañarme porque tengo el catéter y la herida del pie, no puedo irme de veraneo, porque, por la gran noticia de estar en lista de espera, tengo que estar a dos horas de Madrid y pesa.

Por eso, hablaba con Sara el otro día, que tenía muchas ganas de estar trasplantado. No sólo por estar bien y no encontrarme baldado, sino por tener libertad.

No es libertad para viajar, beber -ahora sólo puedo medio litro/día-, para ir a cenar, etc. No, no es eso. Es la libertad de poder elegir, aunque no haga nada de eso. Que no lo haga porque yo lo elijo. Una de las cosas más agotadoras y que en mis muchas horas de gimnasio mental semanal trabajo es esa falta de libertad.

A la vez, tenemos una libertad maravillosa y eterna, que lo explican bien las palabras de Viktor Frankl: “La verdadera prueba de la libertad es cómo se comporta uno cuando se le priva de ella”. Ya que mi libertad es optar cada día por vivir.

La libertad es un concepto profundo, cargado de significados que trascienden el mero hecho de hacer lo que queramos. Es la esencia misma de poder elegir, de tomar decisiones que definan nuestro ser y nuestra existencia. Esta libertad, sin embargo, toma una dimensión completamente nueva cuando la vemos a través de los ojos de alguien que ha enfrentado la fragilidad de la vida y una vida de continua renuncia.

Imagina por un momento lo que significa vivir con la constante sombra de una enfermedad, esa compañera indeseada que intenta dictar cada aspecto de tu vida. Pero aún en esas circunstancias, la libertad de elegir sigue presente, como una llama que nunca se apaga. No es solo la libertad de elegir entre opciones cotidianas, sino la de decidir cómo vivir cada día, cómo enfrentar cada desafío, y cómo abrazar cada oportunidad que se presenta.

Para un enfermo, la vida no se mide en años, sino en momentos, en decisiones que reflejan el valor de la libertad de elegir. Es la elección de levantarse cada mañana con gratitud, de seguir adelante a pesar de las dificultades, y de encontrar la belleza en los pequeños detalles que otros pueden dar por sentados. Es la elección de vivir plenamente, de amar intensamente y de no rendirse jamás.

Esta libertad no es sólo una cuestión de derechos o de posibilidades; es un acto de rebeldía contra la adversidad, un testimonio de la resiliencia humana. Es un recordatorio de que, sin importar las circunstancias, siempre tenemos el poder de decidir nuestra actitud, nuestra perspectiva y nuestra forma de vivir.

Así que, al reflexionar sobre la libertad, pensemos en ella como esa fuerza interior que nos permite ser auténticos, valientes y humanos. Pensemos en la libertad no solo como la capacidad de actuar, sino como la posibilidad de elegir cómo queremos vivir nuestra vida, incluso en los momentos más oscuros. Porque al final, la verdadera libertad radica en poder elegir nuestro camino, en definir nuestro destino con cada elección que hacemos, y en vivir con la convicción de que, pese a todo, siempre somos libres de elegir ser felices.

La verdadera libertad no es la ausencia de restricciones físicas o de limitaciones externas, sino la libertad del espíritu, la libertad para amar y para vivir en la verdad. Esta libertad nos permite enfrentar cada día con una esperanza renovada, sabiendo que nuestra vida tiene un propósito más grande y eterno. La capacidad de elegir, incluso en medio del sufrimiento y la enfermedad, refleja la fuerza del amor de Dios en nosotros. Es el poder de la gracia que nos sostiene, que nos da fuerzas para seguir adelante y que transforma nuestro dolor en un testimonio de fe. la libertad verdadera implica liberarse de las limitaciones autoimpuestas, los miedos y las creencias que nos restringen. Esta libertad se logra a través del autoconocimiento y el trabajo constante en uno mismo. a libertad como un proceso continuo, una práctica diaria de elección consciente y crecimiento personal. Al hacerlo, podemos vivir de manera más auténtica y plena. La libertad es la capacidad de liberarnos de nuestras propias limitaciones internas, miedos y creencias autolimitantes. Tenemos que darle especial importancia a  la aceptación y al perdón, tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás, como pasos cruciales para alcanzar una libertad interior auténtica, que es lo que en definitiva nos hace felices y libres. abrarazar nuestras vulnerabilidades, viendo en ellas una fuente de fortaleza y crecimiento.

Por eso, gracias a esa libertad y esa opción por la vida que Dios nos ha dado, a pesar del cansancio que os decía al inicio, cada día me siento completo, lleno, feliz y relanzado a, CON LIBERTAD, volver a decir sí a la vida. Esta libertad nos da la capacidad de ver cada desafío como una oportunidad para crecer en fe, en esperanza y en amor. Es una libertad que nos impulsa a vivir con plenitud, con gratitud y con una confianza inquebrantable en el plan divino para nuestras vidas.

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