¿Otra vez los fantasmas?
El jueves, mientras preparaba la diálisis, un dolor muy fuerte en el muslo de mi pierna izquierda, la que tengo entera, me dejó sin poder caminar. Intenté no darle importancia y descansar, hice la diálisis, dormí y al despertar me sentí mejor, pero al bajar al coche para ir a una revisión rutinaria de la prótesis, el dolor volvió con fuerza extrema.
Así que, con Sara, nos tocó ir a urgencias. Amelia se iba feliz con los abuelos a las fiestas del pueblo por si me ingresaban, mientras, en mi cabeza resonaban todos esos miedos antiguos. Sin hablar pensábamos lo mismo, sin decirlo, teníamos la misma congoja. Alguna vez he pensado si sería la solución amputar la otra pierna, pero imaginarlo tan inminente es muy doloroso y desolador.
La espera fue larga, en silencio a ratos, hablando otros, intentando no hacerlo, pero imaginando otros lo peor: perder la otra pierna. No podía evitarlo. Pensé en el sacrificio que sería para los tres, el dolor, la incertidumbre… Pero me aferré a la esperanza, rezando con calma y confianza. Pocas cosas me darían más paz rezar un rosario en ese momento.
Las primeras pruebas sugirieron que no era grave y me fui a casa, aunque la confirmación tardará porque tienen que hacerme varias pruebas los próximos días.
Así que toca esperar, con paciencia, ilusión y esperanza. Ya hacía tiempo que no visitaba urgencias, desde enero, ni quirófano desde agosto pasado y año y medio sin ingresos. Esta semana volveré a quirófano por un cambio de catéter que estaba dando guerra estos días y resulta que está roto. Parece que la racha de paz se tambalea un poco y los males no vienen solos.
Hoy, más tranquilo, espero que las pruebas traigan buenas noticias y que el dolor pase sin más consecuencias o al menos no tan drásticas. Y si tiene que ser lo peor, que sepamos llevarlo con entereza y sabiduría.
Desde ya, agradezco vuestras oraciones y compañía en este camino y ofrezco mi padecer.
¡Gracias por estar siempre ahí!