Entré un 2 de septiembre en pantalón corto y manga corta por urgencias, salgo hoy con pantalón largo y chaqueta.
En estas 9 semanas y 1 día de estar casi todo el tiempo en reposo absoluto o relativo que es demoledor para el cuerpo, también ha sido reposo absoluto del alma pero es salvífico. He tenido tres cirugías para intentar cerrar la herida, pero también se ha producido una cirugía de reconstrucción de mi corazón. He tenido dolor con las intervenciones y tantos días con la herida abierta, pero sin ese dolor no habría mejora física ni espiritual.
En definitiva, han sido días muy duros en lo físico y muy intensos emocionalmente.
El dolor de la pérdida de cosas pequeñas, pero enormes, que a mí me encantan como el primer día de primaria de Amelia, pasear Sara y yo o irnos a tomar algo, velas patinar o jugar al tenis, ver a Amelia montar a caballo, planes con amigos, etc. pero la vida al mirarla según nos acercamos al poniente de la vida se ven más estas cosas que las grandes que emocionan en el levante.
Pero también se siente uno carga. Se que no lo soy, se que Sara dijo si en la salud y en la enfermedad sabiendo lo que decía, no como frase bonita que no se piensa. Viene feliz a verme, pero le roba descanso. Lleva su mochila de preocupación propia y la mía, lo mismo Amelia. Es un sentimiento intenso, pero que al final uno aprende a vivir con el. Después de la auto culpa, viene el auto perdón. Pero están ahí y dejan su marca.
Y el último cambio es espiritual. Si tenía claro que abrazar la cruz era mejor que arrastrarla estos días lo he comprobado más aún. He tenido dos buenos cirineos a mi lado llevándola. A un lado vuestras oraciones y cariño y de otro el Señor haciendo el yugo llevadero al compartir la collera y así hacer la carga ligera. Por eso paso de la nada al todo gracias a estas renuncias.
Si hasta ahora vivía agradecido a la vida, ahora más que nunca. Es un tesoro enorme y hay que valorarlo cada día. En una cama de hospital, en un plan normal o en el mejor plan del mundo. Cada día es un presente y los regalos se abren y se disfrutan.
Y no quiero dejar de dar gracias a todo el personal que me ha tratado estos días desde las personas de la limpieza, celadores, auxiliares, enfermeras, médicos, alumnos, capellanes, voluntarios, los que hacen la comida, todos. Gracias.
Ahora a disfrutar cada día, cada segundo con agradecimiento de poder estar otra vez los tres en casa tranquilos y felices el Equipo SAP y celebrar la vida a diario. Solo Dios y los nuestros bastan.
No os cuento el abrazo en el hospital con Sara y con Amelia en el cole…
¡Viva la vida!